Avatar (James Cameron, 2009)

¿Hace falta otro post sobre el acontecimiento cinematográfico del año? Pues yo digo que sí. Porque el cine palomitas apesta, porque Jaime Camarón me parece un pesado al que nunca creí poder perdonarle Titanic, porque el 3D siempre ha sido un "quiero y no puedo"... porque todos estos prejuicios me los han borrado de un plumazo.

Avatar es pura magia visual. Vale que apenas tiene historia: coge un guión cualquiera de indios y vaqueros, trasládalo a un planeta lejano, sustituye al hombre blanco por una corporación y a los nativos por unos humanoides azules con características felinas y ya lo tienes. Esto es lo que muchos de sus detractores argumentan en su contra. Pero digo yo, ¿importa eso cuando la desde la gran pantalla te arrastra un alud de imaginación de esta magnitud? ¿Qué más da el déja vù si hace que nos sintamos como niños? Por curiosidad, dirigí mi mirada hacia el resto de la sala varias veces durante la proyección, y todas las caras eran puro asombro, felicidad, gozo. Pandora fascina, igual que fascinan las aventuras de sus habitantes. Este mundo imaginario cobra vida y respira, su grandiosidad trasciende el mero despliegue tecnológico. Es real. Emociona. En cada plano y gesto, en cada nueva situación. No sólo por lo que expone, por lo que cuenta, sino por la enormidad del campo que abre para el futuro del cine.

¿El guión se hunde a medida que avanza el metraje? Sí. ¿Los personajes son plonos? Bastante. ¿Es convencional en sus planteamiento éticos y morales? También. ¿Abusa de los lugares comunes? De acuerdo. ¿Rapiña situaciones e incuso diálogos de otros éxitos de taquilla? Sin duda. Y a pesar de todo, es una experiencia visual, sensorial, que marcará un antes y un despues en el concepto "película". Vayan a verla, flipen. Y si no les gusta, al menos tendrán unas gafas en 3D presentables.

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