Casting

La sala de espera resulta típica: iluminación neutra, colores pastel, una mesa baja de metacrilato sobre la que se amontonaban ejemplares atrasados de Pronto, Diez Minutos y Todo Coches, dos sillas de estructura metálica tapizadas en un tejido verde que quizás algún día fue alegre. Poco halagüeño para tratarse de una productora dedicada a producciones audiovisuales alternativas. Sólo un detalle curioso: una de las sillas está ocupada por un geranio. Un geranio natural.

Paciencia, el presupuesto no debe ser holgado, no juzgues por las apariencias, lo importante es que te han escogido para ser el cincuenta por ciento del plantel actoral. Por fin un montaje en el que poder demostrar lo que valgo, ¡de Mrozek ni más ni menos! Con el currículum que da hacer teatro del absurdo polaco. De esta me llama Almodóvar, fijo. O Amenábar. Y lo del geranio tiene su gracia: el toque alternativo, sin duda. Artistas. Deberíamos ser patrimonio de la humanidad y estar subvencionados. ¡Qué triste sería la vida de los administrativos, los funcionarios, los taxistas sin nosotros! No tendrían el brillo, la luz, el arco iris de nuestro talento para iluminar sus vidas opacas. Sí, sin dudas los artistas somos importantes. Y de entre todos los artistas, los actores debemos ser tenidos en la más alta estima. Damos vida a esas meta representaciones de sus sueños, ambiciones, anhelos y deseos más oscuros. Realizamos sus fantasías, convertimos los sueños en experiencias reales, encarnamos a los héroes que siempre desearon ser. Les proporcionamos alguien en quién creer. Acercamos a su mente la posibilidad la posibilidad de convertirse en ese alguien en quien creen. Qué grandioso trabajo el de actor, qué enorme responsabilidad y placer su ejercicio.

Una voz rompe tan graves meditaciones: ¿Sabes ya qué personaje vas a interpretar?

Al fin, mi compañero. Pero... la puerta no se ha abierto, sigo solo. ¡Ah! debe ser una novatada, una introducción al modo de trabajo alternativo. ¡Qué gracejo, qué inventiva! ¿Quién?...

Aquí, junto a ti. La voz surge del geranio. El geranio que descansa en la silla. Te lo pregunto en serio, ¿sabes ya qué personaje vas a interpretar? A mí no me han dicho nada de momento pero, como la obra sólo tiene dos personajes, he pensado que si tú sabes cuál te corresponde, a quién interpreto yo cae por su propio peso.

Un momento, un momento... esto tiene que ser una broma. Vamos a ver, ¿dónde está el micrófono?

Supongo que los micrófonos nos los darán durante la gira si actuamos en teatros de gran capacidad, porque resulta difícil proyectar la voz en un local como El Real sin un megáfono o algún dispositivo electrónico similar. Mi profesor de interpretación me insiste mucho en que proyecte, pero al no tener cuerdas vocales resulta difícil, la verdad. ¿Tú proyectas bien? Quizá deberíamos trabajar juntos fuera de los ensayos para nivelar nuestras voces. Sería espectacular actuar en El Real, ¿verdad?

¡Pero qué cojo...! A ver, el gracioso del micro que se deje de pamplinas. Que soy un actor, hombre, este es un trabajo serio... esto es arte. ¿Acaso se creen que voy a compartir escena con un vulgar Geranium Phaeum? ¡Esto es un escándalo!

Me gusta tu carácter, compañero, eres muy mercúrico. Creo que habrá buen química en el escenario. Yo hasta ahora he tenido muy buen química con mis compañeros de escena, será porque estoy acostumbrado a los procesos químicos... ya sabes, la fotosíntesis, extraer nutrientes de la tierra, esas cosas. Cosas de plantas.

Un momento, ya comprendo... es una prueba, una prueba para ver evaluar mi capacidad actoral. El actor debe ser un camaleón, capaz de improvisar y enfrentarse a la ausencia de guión. Pues se van a enterar estos de lo que vale un Stanislavsky. Disculpa mi desazón anterior, compañero, pero resulta sorprendente encontrar a una Magnoliopsida en el mundo del teatro. Jamás estuve en situación semejante, de ahí mi ánimo perturbado. Pero ya estoy más tranquilo, aunque no menos perplejo. ¿Cómo te decantaste por el mundo de la actuación?

Disculpa, ¿puedes repetirme la pregunta? Es que hablas un poco raro y no te entiendo muy bien. ¿Eres extranjero?

Se trata sin duda de un vegetal, qué entendederas más cortas. Que por qué decidiste ser actor.

¡Ah! La necesidad. Yo aspiraba a una vida tranquila de geranio: mi terracita, mis tardes al sol, que me regasen de vez en cuando y quizás, algún día, tener un esqueje, o puede que dos. Vida sencilla, vamos. Pero aún pidiendo poco, en casa apenas se ocupaban de mí, y rara era la semana en que recibía los mínimos cuidados exigibles. Mi ración de líquido se reducía en ocasiones a la orina del gato, que muy ufano descargaba sobre mis raíces el contenido de su vejiga. ¡Si hubiese tenido brazos, o manos... un pulgar al menos! Pero el drama de las plantas es carecer de órganos diferenciados, y nada podía hacer para evitar el envenenamiento al que me veía sometido.

Dios mío, ¡qué vejación! ¡Qué atrocidad! ¿Y tus amos?

No parecía importarles demasiado mi suerte, por lo que un día decidí escapar: aprovechando unas ráfagas de viento anormalmente fuertes, salté desde el balcón y puse el tiesto en el mundo... con tan mala suerte que aterricé sobre la cabeza de un viandante que, claro, falleció en el acto. ¡No se podía haber muerto cinco pasos antes! Lo bueno es que mi naturaleza vegetal me impide albergar sentimientos de remordimiento o culpabilidad, por lo que el hecho en si no me afecta, pero sí lamento haber aportado argumento a esa leyenda urbana tan extendida que reza "sales cualquier día a la calle, te cae un tiesto en la cabeza y te quedas tieso". Eso no pasa, no pasa digo.

¿Quién puede culpar de un hecho tan desgraciado a una simple planta? El oxígeno, el aire, ese asesino silencioso que mata sin balas, oxidándote, arrugándote. ¡Ah, desalmado malandrín, cómo se nota que eres inorgánico! Pero continúa, por favor, tu historia me tiene en vilo.

Total, que me vi como un geranio huérfano, sin medio de subsistencia, yaciendo junto a un cuerpo descalabrado que se enfriaba por momentos... tenía todas las papeletas para terminar en un cubo de basura. Repentinamente, un giro del destino: el viento, aún fuerte a pesar de estar ya a ras de suelo, arrastra hasta mí una hoja forrada de celofán. Casting para Cinco Horas con Mario, de Miguel Delibes. Se buscan actores para montaje alternativo. Se ofrece manutención y participación en la taquilla. No sé qué es Casting, ni Delibes, ni montaje, pero sí entiendo qué es manutención. Si voy quizás me den agua. Tampoco supone mucho gasto mantener a una planta, ¿no? Un chorrito de agua, un poquito de sustrato, quizás un tiesto nuevo... un tiesto con base. En fin, me presenté al casting y me seleccionaron para interpretar a Mario, cosa que hice con extrema convicción y, notable éxito de crítica y público. Conseguí un agente, que es un señor que se encargar de que me sigan echando agua y sustrato, y él me busca trabajo. Yo sigo aspirando a mi terracita y mis tardes al sol, pero de momento esto de la actuación es lo que hay, se me da bien y no me disgusta, así que...

Fascinante peripecia. Disculpa mis recelos anteriores y choca esa rama. ¡Estaré encantado de trabajar contigo!

Y tú, ¿por qué decidiste ser actor?

Bueno... fuera del escenario todo es imprevisible, inhóspito, caótico, carente de estructura y de ritmo, ¿sabes? Nunca está claro qué va a pasar, y eso me estresa mucho. Así que seguir un guión me aporta seguridad: para mí es fundamental saber cómo acaba la historia, conocer la frase que viene a continuación, reflexionar sobre la forma en que la pronuncié y tener la oportunidad de repetirla en la misma situación buscando la entonación, la inflexión adecuada, mejorarla, alcanzar la perfección en el gesto, en la expresión. Eso, y las cachondas que van a los estrenos.

¡Oh!... comprendo.

El geranio se arrellanó en la silla, acongojado. Un neurótico. Una geranio y un neurótico. Fracaso en taquilla asegurado. Tendría que hablar con su agente. Y con el director de Casting. Su equipo estaba haciendo un trabajo de mierda.


¿Qué sonaba? Iannis Xenakis - Persepolis (1971) (Asphodel, 2002)


¿Vives o estás vivo?


"Aquellos que están apartados y en la inercia viven en casa como en un sepulcro. En el mármol del umbral, en lugar de su nombre, se podría escribir: anticiparon su muerte" Séneca, de Cartas A Lucilio (s. I d.C.)

Nacido en el siglo I a.C. como ciudadano romano en la localidad Bética de Corduba, actual Córdoba. Su filosofía de la enseñanza se basaba en la educación para la vida, no para la escuela. Humanista en grado sumo y defensor a ultranza del hombre como un ser social cuya realización se fundamenta en la convivencia y la cooperación con sus semejantes.

Bye bye, La Salle

No por esperada menos triste, al menos para el que suscribe: la residencia del Colectivo de Músicos de Salamanca en el histórico edificio de La Salle se da por finalizada.

Los anteriores inquilinos por derecho se mudan, y a los músicos nos dejan en la calle. No se puede garantizar la seguridad de los locales, no existen nuevas dependencias disponibles o asignadas. Lo único que tenemos es la promesa del ayuntamiento de ceder un nuevo espacio cuya ubicación y fecha de entrega son incógnitas. Quizá dentro de un par de años. Las bandas, mientras tanto, debemos recoger los bártulos e irnos con la música a otra parte. Y esperar a que algún iluminado del ayuntamiento comience a hacer las cosas con cabeza, planificar un poquito las actuaciones y tener en cuenta todas sus posibles ramificaciones.

Atrás quedan el entrañable 21, horas de ruido, camaradería, risas, ilusión, gambazos, temazos y buenos ratos, nunca malos. Se echará de menos, pero me lo llevo conmigo. Un abrazo desde aquí a todos los que han formado parte de su historia de forma estable o esporádica, a los que respondían con una sonrisa nerviosa a aquello de "llévate los tapones" para comprobar después e in situ que, efectivamente, no era coña. En especial, un abrazo enorme a mis compañeros de octanos por todo el sentimiento. Eso era una banda, nenos.

¿Y ahora? Habrá que tomárselo como un nuevo principio, la posibilidad de encontrar nuevos horizontes, experiencias y acompañantes con los que seguir disfrutando de eso que
a uno tanto le llena y que, para bien o para mal, lleva en la sangre. Así que ya saben, "batería en paro busca banda", y a seguir con la espada en alto.


¿Qué sonaba?: The Fly Rite Boys - Big Sandy Presents The Fly Rite Boys (Hightone, 1998)

Sed de Mal (Orson Welles, 1958)

En los rigores veraniegos cordobeses, se pasa sed. Sed y calor... pueden convertir cualquier acción en una experiencia de hipnótica y serpenteante pesadez. En estas reflexiones andaba sumido el lobo cuando se abrió en su memoria un pequeño cajón reservado a algunas de sus visiones. Sol, temperatura y sequedad: caldo de cultivo perfecto para cactus, personajes extremos y relatos negros.


La historia del cine está plagada de escenarios similares, a los que los guionistas han sabido sacarle muy buen partido. La historia va más o menos como sigue: es verano de vete tú a saber qué año (esa memoria que siempre me traiciona), llego a mi casa con Orson Welles capturado en analógico VHS pirata ("grabado" decíamos). Hace tiempo vi "Ciudadano Kane" y me pareció un coñazo supino, pero la tarde se plantea aburrida y el video parece la única opción. Meto la cinta y pulso el play. Rayas horizontales, tracking manual. Títulos de crédito, música cautivadora (Mancini), un plano eterno y muy complicado inicia el viaje. Paso los siguientes ciento y pico minutos pegado al sofá. Títulos de crédito. Rebobino. Pulso el triangulico y Mancini de nuevo, el plano secuencia, el estallido del coche... así hasta tres veces. La única vez que he visto una película cuatro veces seguidas.


Ignoro los motivos. Quizás ese blanco y negro, esa atmósfera malsana. La corrupción. Ese Vargas (Charlton Heston) consciente de que todo apesta en este caso, deambulando entre falsas pistas y corruptelas, luchando contra una marea de mierda que parece imposible de limpiar. O Quinlan (Orson Welles), el poli cabrón por antonomasia y uno de los malos definitivos de celuloide, protagonista de algunas de las escenas más malsanas y abusivas del film. Tal vez Susan (Janet Leigh) esposa de Vargas y víctima propiciatoria de Quinlan, sometida a un permanente estado de estupor, como si acabara de recibir un golpe brutal en la cabeza. La anacrónica pero memorable aparición de Tanya (Marlene Dietrich), la pitonisa fumadora, junto a Susan los únicos rayos de luz en un ambiente mortecino, polvoriento, funesto. Sin duda la fotografía de Russell Metty, mago impresionista capaz de plasmar en fotogramas las barrocas composiciones de Welles, dotando a escenografía y personajes de proximidad, dándoles casi olor, sabor...

Película negra hasta el delirio, esa atmósfera entre la alucinación y la pesadilla en la que se desarrolla posee todo el atractivo del lado oscuro, la perversa cualidad que convierte al film-noir, que dirían los franco-pedants, en una de las formas mayúsculas del cine. No sé si es puro Welles, pero sí es seguro que “Sed de Mal” es puro cine. Gran Cine. Del que te pega a la butaca como una presión de 10G’s.

A modo de curiosidad, decir que esta fue la última producción estadounidense de Welles. Poco después de concluir el rodaje el amigo Orson es "desvinculado" de la película, que termina de montarse sin su participación. Así que manda a tomar vientos al stablishment hollywoodiense y se muda a Europa, no sin antes remitir a Universal un grueso memorándum de 58 páginas en el que da instrucciones muy precisas sobre cómo debía ser el montaje final (aparte de ponerles de vuelta y media, supongo). Genio y figura. De ahí que existan varias versiones del clásico. Localices la que localices, ten por seguro que estarás viendo una auténtica joya del séptimo arte. Palabra de lobo.

Cacerías en Córdoba

El lobo, ser de espíritu errante e inquieto por naturaleza, detectó en una de sus correrías aromas del bayou en las normalmente secas llanuras andaluzas. Atraído por tan raras fragancias, accedió una vez más a vestirse de hombre para, disfrazado bajo la apariencia de un inofensivo bípedo lampiño, penetrar en uno de esos remolinos de caos circulatorio, luz eléctrica y vegetación asfixiada a los que los humanos llaman ciudades. Cruzando un río color lodo, entró en la ciudad de Córdoba.

Edificada sin orden aparte, la parte antigua de Córdoba es una red de callejones, pasillos y pasajes en la que ni con todo el poder de sus lupinos instintos fue capaz de orientarse durante las primeras horas. Tras localizar la lobera, un corto paseo en busca de la cena acabó conviertiéndose en un ir y venir que le acercaba a mezquitas, facultades, escuelas de artes y oficios y danza, calles sin salida, terracitas chill-out y diversas plazas, y que no concluyó hasta las 3:30 de la madrugada, con las patas y el orgullo un tanto machacados.


Las exploraciones del día siguiente revelaron una cara más amable y luminosa de la ciudad, rica en contrastes y rincones a conservar en la memoria. También despertaron los recuerdos de la noche previa, construyendo una mapa mental que pronto le ayudaría a probar junto a varios miembros de manadas vecinas deliciosas recetas locales (Salmorejos, Fritadas de Pescado, Flamenquines y Alhambras congeladas), visitar sinagogas, alcázares, y palacios, sentir el aroma de los naranjos los y tés al limón... y sufrir el CALOR, esa densa capa aire hirviente que convierte a la ciudad en un horno de crematorio y al patio en un oasis urbano.

¿Un sitio? La plaza de La Corredera y sus benditas terrazas. ¿Un detalle? La multitud de fuentes, brocales y pilas sin las que no hubiera sobrevivido. ¿Un consejo? Vayan en primavera o llévense el parasol.

Por cierto: con la noche llegó el emisario del bayou, y con él el delirio de miles de criaturas eléctricas... pero eso ya es otra historia.