Broken Saints (Brooke Burgess, 2001)

Si no tienes autocontrol, las series recopiladas en DVD son un suplicio: días, fines de semana enteros transcurren mientras permaneces adherido a la pantalla. Disponer de la temporada o serie íntegra conduce casi siempre al empacho, a sesiones de inmersión maratonianas en la oscuridad de la sala de proyecciones elegida desdibuja el mundo real, esa adictiva ficción que, glotona, incita a ver una escena más, un capítulo más.

La última que me ha echado el lazo ha sido Broken Saints. Cómic épico animado, en palabras de sus creadores Brooke Burgess, Ian Kirby y Andrew West, este proyecto de animación en Flash se desarrolla entre 2001 y 2003 y se distribuye en Internet a través de la propia pagina del colectivo con una serie de premisas muy claras: la integridad de la historia por encima del negocio, contenidos gratuitos, total libertad artística. Un planteamiento admirable que a punto estuvo de terminar con el proyecto cuando se disparó su popularidad (la ley de internet: más ancho de banda = contenidos más caros), y del que nunca se apearon, trabajando primero de forma totalmente autofinanciada, colaborando más tarde con productoras canadienses, obteniendo fondos para terminar los cuatro últimos capítulos mediante donaciones, conciertos benéficos, conferencias... Una actitud atípica en este sector basado en suscripciones, páginas de pago y banners.


Atípico es también qué nos y cómo cuentan: una sorprendente historia de caída, redención e iluminación en la que conceptos contrapuestos como tecnología, espiritualidad, política y filosofía se entrelazan en un ecléctico cuerpo común integrado. Cuatro personajes centrales: un programador estadounidense en plena crisis existencial, un militar musulmán de estrictas creencias religiosas, un monje shinto expulsado de su orden, una adolescente occidental con extraños poderes adoptada por nativos de Fiji tras un naufragio. Impulsados por terribles visiones apocalípticas, inmersos en una búsqueda para la que las únicas pistas son alucinaciones, sueños y símbolos, la casualidad o serendipidad les llevará a entrar en colisión con una ominosa presencia escudada tras poderes tecnológicos, farmacéuticos, militares y una red mundial de satélites reunirse, y protagonizar una cadena de acontecimientos en lento crescendo con profundas implicaciones para la civilización post-milenio.

Un proyecto de enorme fuerza literaria, imaginativo concepto de animación y admirable política editorial. 24 capítulos de duración variable disponibles como descarga
en Broken Saints, y también en dos DVD dobles con esclarecedores extras que contextualizan el por qué y el cómo de estos santos rotos.

¿Qué sonaba? The Monks - Black Monk Time (Polydor, 1965)

El camino de hojas amarillas

Domingo. Estado general: griposo. Día y medio convaleciente, abotargado en el sofá, sin que mi cabeza parezca capaz de decidirse entre el sueño y la vigilia. No es el mejor plan de fin de semana en El Bierzo, así que a riesgo de pasarme encamado otros dos días, aprovecho las últimas horas de luz y me voy de paseo por la rivera del río Meruelo en compañía de una ninja y un can de morro chato.

La grandeza de Ponferrada: dos minutos y estás en el campo. Campo, campo. Ni un ruido aparte del lento discurrir de las aguas y algún que otro perro nervioso ladrando a los paseantes; sólo los muros de las huertas recuerdan lo cercano de un núcleo urbano. Dicen que el otoño es la época del pecho, de los pulmones, que por eso hay que salir a pasear, pues después resulta más sencillo afrontar los rigores del invierno. También es la época en la que el Bierzo se transforma en un empedrado camino hacia Oz, un gigantesco crisol en el que la alquimia natural crea oro orgánico y convierte árboles, matorrales y arbustos en fuegos fríos, verde húmedo en incandescente amarillo. Las hojas son, a estas alturas, apenas cadáveres aferrados a una osamenta que pronto se mostrará descarnada. Pero antes de desaparecer, brillan, sincronizan, alinean sus colores, lanzan un último saludo a todos sus hijos, una última oportunidad de deleite previa al gris, los líquenes, las heladas.

Aquí, como casi en cualquier lugar, el otoño es mejor si disfrutas con el arte que nos regala nuestra Madre. Aquello de echarse al monte, abrir los pulmones, coger una buena sudada caminando entre canales, huertas y sendas poco transitadas. Y robar unas manzanas Verde Doncella minúsculas, deliciosamente ácidas. ¿Sabes que el tiempo siempre cambia cuando la luna está en cuarto? Las cosas que se aprenden charlando con los lugareños. Al volver a la civilización, bebida caliente de las que reconfortan en terraza con vistas al casco antiguo. La sociedad, a veces, también tiene su punto.

¿Qué sonaba? Skream - Skream! (Tempa, 2006)

Lo entiendo, me temo

"Teme la claridad. Un hombre que te habla en lenguaje claro está claramente utilizando ideas obsoletas". Herbert Marshall McLuhan.

Filósofo, sociólogo y educador canadiense, se le calificó como el más hippie entre los académicos, y acuñó conceptos y frases tan célebres como "aldea global", "galaxia marconi", "somos lo que vemos" o "el medio es el mensaje". Autor prolífico, su filosofía se caracteriza por el enfoque multidimensional con que afrontaba cualquier problema, la desarmante sencillez de sus tesis y, por encima de todo, un enorme interés en la tecnología, su desarrollo en relación con el hombre y su frutos: los elementos tecnológicos, que concibe como una herramienta potenciadora de las habilidades del ser humano hasta el punto de conducirlo hasta un estadio superior, retribalizándolo, convirtiéndolo en un híbrido orgánico-tecnológico. ¿La nueva carne de Tetsuo?. Su lápida reza "La verdad nos hará libres".

¿Qué sonaba? Smart Went Crazy - Con Art (Dischord, 1997)

Coda Ensayo: haga su ruido

Despues del fallecimiento de La Salle, las opciones para los músicos de Salamanca parecían bastante limitadas. Difícil lo tienes para ensayar en el casco urbano sin que te desalojen a los cuatro días , porque, todo hay que decirlo, a muy pocos les/nos mola tener como vecinos a una banda de Speed Metal.

Así que si te gusta montar bronca y no sabes dónde meterte mientras se entrega ese prometido espacio para el Colectivo de Músicos (que nadie sabe muy bien cuando llegará), la gente de Coda Ensayo te acogerá con cariño. Situados junto al río Tormes , sus instalaciones albergan dos locales cómodos y bien equipados, y un estudio de grabación. El material disponible es de lo más completo: batería, platos, amplis, micrófonos, juegos de voces... listos para llegar, enchufarte y racarra. Para los intermedios, nevera con bebidas frescas y amena charleta con los responsables de la casa. Muy agradable, tanto ellos como sus locales. Así que ya no tienes excusa para marcarte unos temitas, güey.

Coda Ensayo

¿Qué sonaba? The Saints - Eternally Yours (Harvest, 1978)

Deborah Coleman. 2009.10.16 @ La Cueva del Jazz

Da gusto ir a La Cueva del Jazz. La sala zamorana, levantada por y para amantes de la música, lleva un cuarto de siglo dando el callo en esta tan desagradecido de la música en directo, ofreciendo una sólida programación de Blues, Jazz, Rock y aledaños. Desde su original y exigua ubicación en La Plaza del Seminario, y en el nuevo local de Puerta Nueva, que ha dado nuevos vigores al espíritu de La Cueva y permitido ampliar la oferta, sobre todo en espacio (dios, qué apreturas se pasaban en la cava) Así que si un viernes cualquiera apuestan por traerse a Deborah Coleman, no vamos a dejar de ir.

No mentiré: la excursión apetecía más por la compañía que por el concierto en sí. A la de Virginia ya la vimos en el Festival de Blues de Béjar de 2008, donde lo único que sacamos en claro fue que sus compañeras de Blues Caravan, Candye Kane y Dani Wilde, le dieron un auténtico baño. Tampoco fue muy complicado, porque la mujer llevaba un big onion del quince. Total, un fiasco. Pero como dicen que perdonar es un rasgo divino (o síntoma de memoria de pez, según la fuente), volvimos al encuentro de esta dama de sonrisa con intermedio. Y dio la verdadera medida de sus capacidades. Sin volarnos la cabeza, pero ofreciendo honestidad, sentimiento y energía en muy buena proporción, haciéndoselo abundante en temas propios e invocando al fantasma de Hendrix en los bises. La banda, respetuosa con el hacer de la jefa, le suministró el caldo en el que calentar la púa, y ella, encantada, se dejó llevar, recorriendo varios kilómetros de mástil para desesperación de los que no comulgamos con aquello del bluesallnightlong. Pero ya se sabe cómo son estas cosas, así que mejor disfrutarlas como vienen, esperando ese momento de inspiración pura, de comunión, que convierta al solo en una experiencia mística. No llegaron muchos, y es que Deborah anda lejos de jugar en las primera ligas. Con todo, es seguro que una banda que te deja hecho todo sonrisas y con ganas de palique hasta las cinco de la mañana ha hecho bien su trabajo. Por eso les damos gracias, a ellos y a los responsables de La Cueva, porque a pesar de las dificultades, la escasez de apoyo y las inversiones a fondo perdido que suponen estos saraos (dar en conciertos, montar conciertos) siguen apostando por esa música en directo que tanto amamos y necesitamos.

La vuelta casa: cuarenta y cinco minutos a ciento treinta y algo por hora con Ronnie James Dio aullando clásicos imperecederos al frente de Black Sabbath. Por cosas así, ¿cómo vamos a dejar de ir a conciertos? Ni aunque se nos caigan los oídos a pedazos.

Diccionario lobuno: Big onion = cebollón.

¿Qué sonaba? Combustible Edison - I, Swinger (Sub Pop, 1994)

Technicolour Web Of Sound: Psicodelia en tu dial

¿Hasta la gorra de pensar qué disco pones? Una de las mejores soluciones, si pasas tiempo cacharreando con el ordenador y no quieres comerte la cabeza, es escuchar radio a través de Internet. Amplia y variada es la oferta de sitios, portales, programas, géneros... por lo que no resulta fácil separa el grano de la página. En este y futuros posts os iré comentando buenas emisoras que he encontrado en el mundo virtual, casi todas temáticas, para que os amenicen mientras le dais a la tecla.

Technicolour Web Of Sound ofrece un tripante viaje a la era dorada de la música popular, la segunda mitad de los '60 y principios de los '70, haciendo hincapié en el Pop y la Psicodelia. El criterio de sus responsables es excelente: listas de reproducción de calidad, en cantidad y con mucha rotación, que suelen huir de lo obvio, apuestan por las canciones/bandas menos conocidas y aportan información muy completa sobre lo radiado (biografías de los grupos, años y formatos de publicación originales de los temas, ediciones disponibles, etc.), así que no pienses que por tener Nuggets y Pebbles peinados van a dejar de aportarte nuevos objetos de búsqueda y estudio. Tienen el detalle de no incluir publicidad, y adornan las sesiones con agradables jingles radiofónicos de la época (publicidad, promos de bandas y discos, anuncios de conciertos...) que le dan un carácter aún más auténtico. Relájate y disfruta del globo, hippie. Barritas de sándalo opcionales.

Technicolour Web Of Sound

¿Qué sonaba? V.A. Gilles Peterson Worldwide Programme 1 (Talkin' Loud, 2000)

Rock City ~ Rock City (Lucky 7, 2003)

Y para redondear la tanda estelar, aquí están los orígenes. Dudaba entre este y el I Am The Cosmos de Chris Bell, pero al final me he decidido por el que más puntos en común tiene con Big Star: tres canciones y dos de los miembros que dieron forma a #1 Record.

Hagamos un poco de historia: a principios de los '70, en Memphis bulle una escena de músicos más interesados en Beatles, Yardbirds y Kinks que en el rugoso soul autóctono facturado por Stax. Se reúnen y graban en los Ardent Studios, buscando nuevas formas de combinar sustrato Pop y energía Rock. Un cuarteto parece dar con la llave maestra. Son Thomas Dean Eubanks, Terry Manning, Chris Bell y Jody Stephens. Su planteamiennto es excéntrico, cardinal: melodías pastorales, arranques proto-hard, soul rock blanco y elementos progresivos. Registran 11 temas con los que podrían dar el salto, pero todo queda en agua de borrajas y se integran en nuevos proyectos. Las canciones pasan a los archivos de los estudios Ardent... y allí permanecen enterradas más de treinta años, hasta que el sello Lucky Seven las recupera en 2003. Inexplicable que nadie peleara por ellas antes. Impolutas miniaturas de Pop mayúsculo, preciosista y cristalino, cargadas de emoción y profundidad, con un extraño deje espiritual (aunque lógico si se atiende a la procedencia de la banda) que aporta un fantástico contraste con la pulsión de las guitarras. Sí, quizás el cóctel era demasiado variado para la época, pero saboreado con la perspectiva del tiempo desvela a una banda sin miedos ni limitaciones, cargada de talento, escribiendo su propio camino. Y legando gemas para deleite de las generaciones futuras. Dentro de mil años seguirán sonando tan frescas como en 1969.

¿Qué sonaba? The Drones - Havilah (ATP, 2008)

La gran estrella estalla

Chris Bell, Alex Chilton, Andy Humel, Jody Stephens. Big Star. Los grandiosos Big Star. Durante años, fans irredentos alimentaron su leyenda en la oscuridad, extendiéndola con lento pero inexorable ritmo glaciar. Si su lengua te alcanzaba, podías considerarte atrapado por el culto. Tras dos canciones, al cabo de cinco años, eso era lo de menos: la resistencia era fútil. Las guitarras, las voces, esas melodías abracadabrantes que recorrían la espina dorsal con la sensualidad de una amante de seda. Eras suyo para siempre.

La justicia nunca existió para ellos. Ni durante su periodo de actividad, intermitente entre 1971 y 1975, ni en las carreras en solitario de sus miembros o tras los sucesivos intentos de recuperación que diversos sellos y ediciones llevaron a cabo... ni Ace supo/pudo hacer algo decente con sus discos. Se sucedían ediciones mediocres, masterizaciones ralas y libretos anoréxicos. Quizás fueran las sucesivas desilusiones que llevaron al cuarteto a ewrosionarse hasta el dúo, un extraño karma negativo... a pesar del cual nada parecía poder apagar el brillo de la estrella.

Y llegó Rhino, y el cielo estalló en un caleidoscopio de colores, brilló con la intensidad de mil soles. Por fin la estrella fue "grande" de verdad: desde sus formas primitivas (Icewater, Rock City) hasta el cierre con el desgarrado Sisters Lovers, con el supremo #1 Record y el pulsante Radio City como doble núcleo incandescente, el libro sagrado de esta extraña religión. Por supuesto, también algunos trabajos en solitario de Bell y Chilton. La historia de principio a fin, en orden cronológico, sin respetar la integridad de los discos para desagrado de algunos, penetrando por remolinos de magma hasta áreas nunca exploradas. Maquetas, inéditos, versiones alternativas, videos, pantagruélico libreto, instantáneas de unos muchachos sonrientes con la magia del universo en sus acordes. Fueron el cosmos y la luz. 98 estrellas para iluminar tu firmamento. Me pierden. ¿Se nota?

¿Qué sonaba? Big Star - Keep An Eye In The Sky (Rhino, 2009)

En La Cima del Mundo | Norman Mailer

De Mailer sólo tengo una referencia previa: dos intentos de abordaje a Los Ejércitos de la Noche (1968), ambos fallidos. La temática atraía, pero siempre vencía el sueño. Así que la espinita clavada de este doble Pulitzer me llega hasta los tuétanos. Temáticas interesantes, tochos de grosor insospechado; no parecemos estar hechos el uno para el otro. Y llega a mis manos este ensayo/artículo escrito en 1971. Atrae mi atención no tanto la firma de Mailer como el graffiti de Cassius Clay que adorna la portada, curioseo un par de párrafos y me lo llevo a casa. Cae de una sentada y por fin parezco comprender el por qué de la fama de Mailer: en la distancia corta, su verbo es rápido como una lengua de serpiente; su análisis de la personalidad de los contendientes, penetrante y agudo; la narración del combate, de una viveza casi cinemática.

Muhammad Ali ocupa la mayoría de las páginas. Al fin y al cabo, fue el coloso, el joven dios airado que reveló su humanidad al perder por puntos. Egótico, manipulador e irrespetuoso, creador de una suerte de psicología del boxeo capaz de desarmar a sus rivales mucho antes del combate, atacando las partes más blandas de sus psiques, cegándoles de ira y miedo. Joe Frazier se presenta como la otra cara de la moneda: el poder de la determinación, el trabajo constante, el goteo que termina derribando la montaña. Adusto, espartano, sin carisma, armado sólo con sus puños y una voluntad de acero. El boxeador de los blancos. Enfrentado al príncipe de la nación del Islam. Curioso cómo los medios y una sociedad polarizada por dos personalidades contrapuestas pueden transformar una velada pugilística en una cuestión religiosa, racial.

Pero al final, y en la cruda realidad del, ring sólo importa el boxeo; quién encaja mejor, quién aguanta de pie. Quince asaltos en un combate de pesos pesados, imagínatelo. La épica narrativa, el momento que Mailer construye transporta al Madison Square Garden, proyecta en la frente el rugido ante los golpes y giros inesperados de una pelea que dejó sin aliento a medio mundo. Palabra en movimiento, cinematografía impresa.

En la Cima del Mundo ha sido editado en España por 451 Editores

¿Qué sonaba? Sly & Robbie - Mambo Taxi (Island Jamaica, 1997)

Un domingo cualquiera en la cumbre del Almanzor

Como casi siempre que me proponen algo, la respuesta fue "me apunto". Subirse al monte, prometedor plan para un domingo de Septiembre. Nada como un poco de campo para relajarse y coger energías de cara a los rigores de la semana urbana. A medida que se desvelaban los entresijos del viaje, la cosa se pone dura. ¿Monte? No, montaña: el pico Almanzor, 2592 metros de granito en la sierra de Gredos. ¿Paseo? Nada de eso: cinco horas de zapato hasta la cumbre... al menos podremos dormir bien, ¿no? Pero bueno, ¿estamos tontos? Son dos horas en coche desde la lobera y hay que aprovechar el día, así que partimos a las seis de la mañana. Tras recibir las noticias me rasco la cabeza, dubitativo. Cuando suena el despertador me dan ganas de estamparlo.

Hoyos del Espino nos recibe con excelente café y botella de vino en envase de La Casera. Viva el reciclaje y los envases ligeros. Desde ahí hasta la plataforma, un breve recorrido en el que la densidad de vegetación sufre una espectacular mengua, y la cuadrilla ya está lista: varios karatekas, un par de yogis en ciernes y un cánido en vaqueros. La madre de todas las expediciones de montaña. Distribuidas las provisiones, los bastones y la ropa de abrigo, enfilamos hacia el objetivo por una senda perfectamente marcada... de la que no tardamos ni diez minutos en despistarnos. Las cosas del palique. Y de esa hierba tan blandita que nos atrae cual sirena canora. Pero tenemos una misión y comenzamos la subida en serio, atravesando accidentes orográficos de los que sólo conoceré el nombre días después: un río, el Pozás, en el que se deja atrás el perfil más suave de la primera parte del ascenso, que aprieta durante media hora hasta coronar a unos 2200 metros en los Barrerones, donde una cabra muy ufana nos ofrece su mejor perfil. Parte de la manada socializa con el bichejo, concluyendo que las cabras tienen ojos de avispa; por mi parte busco la parte inferior de mi mandíbula, que cedió al contemplar el espectáculo del Circo de Gredos. ¿Saben aquello del marco incomparable? Pues el que tenía la cabra en cuestión: el premio por terminar esta primera parte es un mirador natural desde el que contemplar íntegro el mellado perfil de la zona más alta del Sistema Central, amén de la Laguna Grande. Unos traguitos al vino casero/Casera y a descender hacia la sombra del valle.

La aparente cercanía de la laguna revela una verdad del tránsito por zonas escarpadas: las distancias son (muy) engañosas. Parece que está al lado, pero nos lleva una hora llegar a la orilla del agua. Aún así, vamos aproximadamente media hora por debajo de las estimaciones, por lo que se impone un premio... ¿y qué mejor que un reparador baño en aguas de origen glaciar? Creo que he visto a una rana con traje de neopreno, así que no puede estar tan fría. Arrojamos al agua un chorizo ibérico que se convierte en lonchas nada más tocar la superficie. Confirmadas las sospechas, nos lanzamos de cabeza y que sea una muerte rápida. Pero el mágico efecto vigorizante del agua fría obra el milagro y, lejos de restarnos fuerzas, nos hace retomar con mejor humor y aún más ímpetu la misión. Dejando a la derecha el refugio Elola, con capacidad para más de cuarenta personas y reservado con muchos meses de antelación, nos guiamos por los indicadores y enfilamos hacia el Almanzor en un inicio suave y mullido, como el valle por el que acabamos de transitar.

No tarda demasiado en cambiar el panorama: el terreno se empina y aparecen las primeras rampas duras, hasta que nos encontramos en la ladera misma del mastodonte. Las enaguas del Almanzor están totalmente descosidas, los glaciares han atacado con saña a la montaña y me la han dejado manga por hombro: qué poco sentido del orden tiene la erosión. Bloques graníticos como casas que se van haciendo más pequeños a medida que aumenta la altura. A pesar de ser una cumbre accesible a pie, el Almanzor también tiene sus peligros: cada vez hay más material suelto y es más peligroso avanzar. En el último tercio de la subida el suelo está cubierto por una inestable masa de piedras y polvo en la que resulta fácil resbalar. Ya sea por coraje o por ignorancia, ningún miembro del equipo flaquea y todos subimos a una, compartiendo ánimos con el resto de intrépidos que nos encontramos por el camino. Menos mal que las escaleras mecánicas están cerca. Y a todo esto, una niebla bastante densa se enrosca en el circo y barrunta un descenso harto complicado. Ante la posibilidad de merendar nubes, ponemos la cintura en modo collado y atacamos los últimos metros de ascensión, que se revelan especialmente duros: granito cortado a bisturí, es la única parte en la que realmente ha sido necesario escalar. El grupo de divide y no sabemos muy bien por dónde, pero el caso es que conseguimos hacer cumbre... ¡recontra, qué chiquitico es esto! Cuando se piensa en cumbres, normalmente imaginamos una planicie de tamaño suficiente como para edificar un templo a deidades pretemporales...o al menos poder sentarse. La cumbre el Almanzor es como un estudio en el centro: apenas caben dos personas apretujados, pero menudas vistas. Tras la subida, subidón: estar aquí arriba es una sensación que el lenguaje sólo desvirtuaría. La manada sonríe, hermanada en el esfuerzo. Sakura Take Kan. El dojo representa... ¿y ahora cómo coño bajamos de aquí?

Tras unos instantes de duda inicial, cogimos la buena y derechos hacia la laguna. Tardamos en bajar tanto como en subir, pero la recompensa a los rigores del día fue mayúscula: segundo baño en la Laguna Grande por el bien de nuestro castigadísimo tren inferior, y ágape junto a la orilla en el que no faltaron ni el sol, ni el Rioja, ni los dulces caseros... ¡hasta café con leche y orujo! ¿El mejor plato? La compañía. ¿Detalles? Un extraño descubrimiento: las cabras no comen cualquier cosa. Ese día vi a a una rechazar una pieza de bollería industrial. Ojo al dato. El regreso a la plataforma a paso ligero, obligados primero por el granizo y después por la lluvia. Hora y media chupando agua en un páramo avulense y al llegar al coche todo eran sonrisas. 12 horas, 18 kilómetros después. Y casi me quedo en la cama. Que vengan muchos así. Montes... y Domingos.

¿Qué sonaba? Rodríguez - Cold Fact (Sussex, 1970)

Helarte de amar

"En una cultura no orgiástica, el alcohol y las drogas son los medios a su disposición." Eric Fromm, de El Arte De Amar (1956)

Como psicoanalista, renegó de Freud; como europeo, emigró a México; como judío ortodoxo, se convirtió al marxismo; como socialista, su línea de pensamiento se acercó al anarquismo. Librepensador y humanista, enemigo acérrimo de la sociedad capitalista y los individuos pasivos y dementes que esta engendra, entendió que la salvación del espíritu humano pasa por el rechazo a los valores alimentados por la maquinaria enconómica y la aceptación del valor de su vida interior. O eso, o la oscura perspectiva del hombre-autómata. Sabio como él so(ció)lo(go). Así que menos aislamiento autocomplaciente y más follar, copón.

¿Qué sonaba? Martirio - Primavera En Nueva York (Calle 54,2006)

Vampiros En La Habana (Juan Padrón, 1985)

Ya desde pequeño, como a todos, era habitual verme cubrir el rostro para protegerme de la impresión de una escena "de miedo"... sólo para observarla entre mis dedos con disimulado placer culpable. La entrada del video en mi casa trajo consigo una oleada de cine truculento, de videoclub de baratillo, en el abundaban ajustadas producciones italianas, griegas, alemanas... a mí, un tierno infante lector de Los Cinco, todo aquello me dejaba horrorizado y sin sueño, pero la semilla del mal había encontrado un cálido hueco que habitar entre los dos hemisferios de mi cerebro. La adolescencia, como era de prever, coincidió con una etapa de fascinación por el cine fantástico y de terror en la que cualquier título era objeto de deseo, desde los clásicos de Universal hasta las majaradas de Troma. Así que cuando lees en la programación que un día entre semana emiten de madrugada una película llamada "Vampiros En La Habana" de la que nadie parece tener noticias, programas el vídeo y dejas correr la de 180 con holgura no sea que se corte, esperando descubrir un clásico ignoto tipo "Blackula". Qué (im)perfectos tiempos analógicos aquellos.

Cuál no sería mi sorpresa al rebobinar y encontrarme con una película ¿de dibujos animados? ¡Pero qué tomadura de pelo es esta! Superado el shock y la indignación inicial, los trazos que definen a los personajes, la nerviosa animación y el colorido argumento me hipnotizan como los ojos de Nosferatu. Infaustos experimentos científicos fallidos que acaban con la vida de ilustres chupasangres, lucha revolucionaria en el caribe de los años 30, mafia vampírica del nuevo continente, lobbys de la vieja Europa con intereses en la industria del turismo, fórmulas secretas que contienen el misterio de la fotorresistencia, jazz rebozado en caldo cubano y un elenco de personajes a cual más tarado. Sigo extasiado las pulposas aventuras de Pepito, Johnny Terrori y la Capa Nostra, el gótico Grupo Vampiro europeo, las persecuciones que les llevan por todos los rincones de La Habana... y al cabo de 80 minutos concluyo que acabo de ver la mejor sátira vampírica de la historia, ganando por goleada a la hasta entonces imbatible "El Baile de Los Vampiros" de Roman Polanski.

El talento de Padrón, guionista además de director, regala una historia vivaz, hilarante, frenética, protagonizada por unos malos tan mezquinos y patéticos que resultan entrañables, y unos buenos tan carismáticos que casi alegran cuando se vuelven un poco malos. Humor visual y gráfico, un colorista derroche de diálogos descacharrantes y diseños en constante transformación (diez mil dibujos hizo Padrón para generar la artesanal animación) que le valió el reconocimiento internacional y un estatus de culto que se mantiene intacto un cuarto de siglo después. Tras encontrarla por sorpresa en una biblioteca local y visionarla por primera vez en mucho, muchísimo tiempo, para mi conserva toda la fuerza del impacto inicial, la frescura de ese humor descoyuntado y naïf, y la poderosa, extraña belleza de los dibujos de Padrón, miniaturas modernistas a las que los años no han restado un ápice de expresividad. Gracias por alegrarme el día, Juan.

¿Qué sonaba? Alireza Mashyekhi & Ata Ebtekar - Persian Electronic Music Yesterday & Today (Sub Rosa, 2008)

Sławomir Mrożek: sátiras polacas

Risa y sonrisa. Dos gestos tan necesarios como respirar, comer y amar para los seres humanos. "Un día perdido: un día en el que no has reído" que decía el sabio. Quema calorías, sitúa los niveles de ondas alfa en cotas estratosféricas, transmite a tu cuerpo y el de tus congéneres confort, calor, humor y amor. Hay que reír, y a ser posible con inteligencia. ¿Es lo que busca? Verá cómo lo encuentra si dedica tiempo a pasear por los relatos de este maravilloso escritor polaco que hoy le presento.

Sławomir Mrożek es conocido como autor del llamado "teatro del absurdo", al que ha realizado grandes aportaciones, siendo la más famosa "Tango" (1964). Es esta la parte de su obra que predomina en la mayoría de los textos relativos a su persona, por lo que no serán pocos los que crean que su trabajo se limita ala dramaturgia. Craso error. Mrożek también dedicó su talento a la narrativa, legando un buen número de excelentes relatos cortos y cuentos en los que dar rienda suelta a una capacidad clínica de análisis de la condición humana. Mediante fábulas orwellianas protagonizadas por zorros y conejos, y relatos sobre el cielo comunista o lo prosaico de algo con el grandilocuente apelativo de "llave ideológica universal", Mrozek nos invita a un viaje en el que arremete contra la realidad polaca que vivió durante buena parte de su juventud, satélite del gran imperio comunista, pero que en el fondo, entre chascarrillos y ácidas observaciones, revela una enorme preocupación, perplejidad y asombro por la estupidez que nos caracteriza como especie, el cúmulo de despropósitos que llevan al ser humano por la senda de del totalitarismo, el tercermundismo ideológico y el pensamiento único. Sus conclusiones carecen de moralinas sonrojantes y buenismos vacuos, introducen el dedo a la llaga y allí lo dejan reposando, bien untadito en sal: dardos envenenados vuelan desde su pluma hasta el centro de esa diana en la que convierte al inconsciente colectivo. Quizás por eso resulta tan gracioso, porque reconocemos en esos personajes cojeantes a los causantes de todos los males que azotan al mundo, pero también porque, con cierta vergüenza, también vemos todos los defectos que me/te/nos caracterizan, los miedos que nos hacen ser mediocres, ignorantes. A nosotros y, por extensión, a las estructuras sociales que creamos.

Tres libros de lectura obligada, todos ellos editados en España por Acantilado, recopilan la mayoría de los relatos cortos de Mrożek: "El Árbol", "La Vida Difícil", y "Dos Cartas y Otros Relatos". Amenos, críticos, inquisitivos, divertidos. Muy divertidos. Dulce y salado en el mismo bocado. Y además, ¡queda tan cultureta leer escritores polacos!

¿Qué sonaba? Biosphere - Substrata (All Saints, 1997)

Tigre y... ¿niño?

Dan ganas de llevárselos a casa, ¿verdad? Son Calvin, un imaginativo y travieso niño de seis años, y Hobbes, un tigre... ¿de peluche? O de carne y hueso, nunca lo he tenido muy claro. Un buen día de 1985, salieron de la mente de Bill Watterson y aparecieron en una tira cómica. Tres o cuatro viñetas por tira, rompiendo con el, por entonces, muy estandarizado y rígido formato. Aterrizaron en el mundo como una bomba de luz. Humor naif, inteligente, diagonal, a veces cínico, siempre desternillante. Millones de personas nos convertimos en adictos a los comentarios sagaces Calvin, al reflexivo pero también salvaje carácter de Hobbes; a esa inagotable capacidad para meterse en líos; al trineo en el que han descendido cientos de cuestas para encontrarse con caminos de grava, terraplenes, cursos de agua, saltos imposibles; a las aventuras del Capitán Spiff, alter-ego espacial de Calvin; a esa entrañable relación de amor/odio que mantiene con Susie Derkins...

Es sencillo engancharse a Calvin y Hobbes. Bribones adorables, expertos en el pillaje, la befa, el lanzamiento de bolas de nieve congeladas y la destrucción de mobiliario. En el mundo real, los sufridos padres de Calvin probablemente le administrarían Ritalin. En este maravilloso universo de viñeta, asisten espeluznados a las constantes salidas de tono de un mediometro que parece la encarnación de Atila y su inseparable escudero felino. Casi como cualquier niño de esa edad. Campan a sus anchas, le toman el pelo a todo bicho viviente. Y siempre dibujan una sonrisa en el rostro del lector, de esas que hacen los días más luminosos, mejores.

Bill Watterson dejó de publicar historias de Calvin y Hobbes hace casi quince años. Vive retirado, en paradero desconocido, y se dedica a la pintura. Nunca permitió que sus historias dieran el salto a la animación. Luchó denodadamente para que no se convirtieran en un objeto de marketing, pero sus editores se salieron con la suya. Hoy es posible encontrar multitud de antologías recopilatorias, todas ellas recomendables, y son varios los periódicos estatales que publican diariamente estas sanas dosis de imberbe irreverencia. Su arte no se ha abaratado; muy al contrario, crece con el tiempo, sigue transmitiendo la magia de la vivencia infantil, ese éxtasis al que todos, en mayor o menor medida, renunciamos cuando crecemos. Los adultos... gente estúpida por definición. Quizás sea este el Aleph que anhelas.

"A veces pienso que la prueba más fehaciente de que existe vida inteligente en el universo es que nadie ha intentado contactar con nosotros". Calvin.

"La vida es mucho más divertida cuando no eres responsable de tus actos". Calvin.

"Desde ahora en adelante no haré nada que no quiera hacer. El mundo me debe felicidad, realización y éxito. Solo estoy aquí para aprovecharlo". Calvin.

¿Qué sonaba? The Drones - Further Temptations (Valer, 1977)

El parietal

Cuando los rusos cayeron sobre moscú en 1945, Hitler estaba en el cénit de su deterior mental. Renunció a huir de Berlin y se suicidó a punta de pistola, junto a su amante Eva Braun, en el Führerbunker, excavado a quince metros de profundidad bajo un Kanzleramt sobre el que llovían las bombas. Su ayudante, Ott Günsche, incineró los cadáveres para evitar que cayeran en manos de los soviéticos, pero el fuego no impidió que estos se apoderaran de los restos de Adolfito y se llevaran parte a al Museo de Moscú como trofeo de guerra. Así parecía concluir la historia del maldito bigotes: con los sesos desparramados sobre un sofá, carbonizado, enterrado durante varios lustros, exhumado y exhibido para deleite de las masas moscovitas.

Esa era
hasta ahora la versión oficial (resumida), pero hete aquí que la ya de por sí oscura figura del bigotín añade un nuevo capítulo a las extrañas circunstancias que rodearon... bueno, todo lo relacionado con el Tercer Reich, la verdad. Recientes investigaciones del arqueólogo Nick Bellantoni junto a un equipo de médicos forenses desvelan que el polémico parietal coronado por agujero de bala pertenece a una mujer de entre 20 y 40 años. Así lo indican los restos de ADN y la morfología de la pieza ósea. ¿Conclusión? Las teorías de la conspiración ven salir el sol y encuentran un nuevo argumento con el que apoyar la tésis de que el Führer no murió en aquel 30 de Abril de 1945, sino que pudo haber escapado sudamérica para fallecer allí a mediados de los sesenta, e incluso que está vivo y coleando en algún punto de la geografía española. Y es que el Levante español tiene muchos atractivos para antiguos Nazis convertidos en "respetables viejecitos".

Por mi parte, y como siempre he hecho, seguiré escrutando a todo individuo bajito, bigotudo, de mirada intensa y pelo grasiento que me cruce por la calle... y creyendo en aquello de "Nazis Raus!"

¿Qué sonaba? V.A. Acid: Can You Jack? Chicago Acid And Experimental House 1985-1995 (Soul Jazz Records, 2005)