Ya desde pequeño, como a todos, era habitual verme cubrir el rostro para protegerme de la impresión de una escena "de miedo"... sólo para observarla entre mis dedos con disimulado placer culpable. La entrada del video en mi casa trajo consigo una oleada de cine truculento, de videoclub de baratillo, en el abundaban ajustadas producciones italianas, griegas, alemanas... a mí, un tierno infante lector de Los Cinco, todo aquello me dejaba horrorizado y sin sueño, pero la semilla del mal había encontrado un cálido hueco que habitar entre los dos hemisferios de mi cerebro. La adolescencia, como era de prever, coincidió con una etapa de fascinación por el cine fantástico y de terror en la que cualquier título era objeto de deseo, desde los clásicos de Universal hasta las majaradas de Troma. Así que cuando lees en la programación que un día entre semana emiten de madrugada una película llamada "Vampiros En La Habana" de la que nadie parece tener noticias, programas el vídeo y dejas correr la de 180 con holgura no sea que se corte, esperando descubrir un clásico ignoto tipo "Blackula". Qué (im)perfectos tiempos analógicos aquellos.
Cuál no sería mi sorpresa al rebobinar y encontrarme con una película ¿de dibujos animados? ¡Pero qué tomadura de pelo es esta! Superado el shock y la indignación inicial, los trazos que definen a los personajes, la nerviosa animación y el colorido argumento me hipnotizan como los ojos de Nosferatu. Infaustos experimentos científicos fallidos que acaban con la vida de ilustres chupasangres, lucha revolucionaria en el caribe de los años 30, mafia vampírica del nuevo continente, lobbys de la vieja Europa con intereses en la industria del turismo, fórmulas secretas que contienen el misterio de la fotorresistencia, jazz rebozado en caldo cubano y un elenco de personajes a cual más tarado. Sigo extasiado las pulposas aventuras de Pepito, Johnny Terrori y la Capa Nostra, el gótico Grupo Vampiro europeo, las persecuciones que les llevan por todos los rincones de La Habana... y al cabo de 80 minutos concluyo que acabo de ver la mejor sátira vampírica de la historia, ganando por goleada a la hasta entonces imbatible "El Baile de Los Vampiros" de Roman Polanski.
El talento de Padrón, guionista además de director, regala una historia vivaz, hilarante, frenética, protagonizada por unos malos tan mezquinos y patéticos que resultan entrañables, y unos buenos tan carismáticos que casi alegran cuando se vuelven un poco malos. Humor visual y gráfico, un colorista derroche de diálogos descacharrantes y diseños en constante transformación (diez mil dibujos hizo Padrón para generar la artesanal animación) que le valió el reconocimiento internacional y un estatus de culto que se mantiene intacto un cuarto de siglo después. Tras encontrarla por sorpresa en una biblioteca local y visionarla por primera vez en mucho, muchísimo tiempo, para mi conserva toda la fuerza del impacto inicial, la frescura de ese humor descoyuntado y naïf, y la poderosa, extraña belleza de los dibujos de Padrón, miniaturas modernistas a las que los años no han restado un ápice de expresividad. Gracias por alegrarme el día, Juan.
¿Qué sonaba? Alireza Mashyekhi & Ata Ebtekar - Persian Electronic Music Yesterday & Today (Sub Rosa, 2008)
Break
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Ha llegado el momento de hacer una pausa y buscar una salida a la nociva
inercia en la que me encuentro sumido. Atrapado en el círculo vicioso de la
fal...
4 comentarios:
Recuerdo que la solían dar en navidades a horarios intempestivos. Nunca les cogí yo el punto a estos vampiros con acentos cubanos. Tenía muy metida en mí la cultura eslava del strigoiu.
Buen recuerdo de la juventud. A vi hece muchos años. Hay celdas del cerebro en las que se instalan recuerdos que se van abriendo poco a poco.
Que corra el aire!
Y se entiende el choque: de los inhóspitos Cárpatos al trópico va una tirada, así les salió Joseph de pizpireto. Por cierto, lo del strigoiu me ha impactado, pero nada como el siempre sorprendente castellano: brucolaco. ¡Cágate lorito!
Kim, el trópico llegará al Bierzo en breve.
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