Da gusto ir a La Cueva del Jazz. La sala zamorana, levantada por y para amantes de la música, lleva un cuarto de siglo dando el callo en esta tan desagradecido de la música en directo, ofreciendo una sólida programación de Blues, Jazz, Rock y aledaños. Desde su original y exigua ubicación en La Plaza del Seminario, y en el nuevo local de Puerta Nueva, que ha dado nuevos vigores al espíritu de La Cueva y permitido ampliar la oferta, sobre todo en espacio (dios, qué apreturas se pasaban en la cava) Así que si un viernes cualquiera apuestan por traerse a Deborah Coleman, no vamos a dejar de ir.
No mentiré: la excursión apetecía más por la compañía que por el concierto en sí. A la de Virginia ya la vimos en el Festival de Blues de Béjar de 2008, donde lo único que sacamos en claro fue que sus compañeras de Blues Caravan, Candye Kane y Dani Wilde, le dieron un auténtico baño. Tampoco fue muy complicado, porque la mujer llevaba un big onion del quince. Total, un fiasco. Pero como dicen que perdonar es un rasgo divino (o síntoma de memoria de pez, según la fuente), volvimos al encuentro de esta dama de sonrisa con intermedio. Y dio la verdadera medida de sus capacidades. Sin volarnos la cabeza, pero ofreciendo honestidad, sentimiento y energía en muy buena proporción, haciéndoselo abundante en temas propios e invocando al fantasma de Hendrix en los bises. La banda, respetuosa con el hacer de la jefa, le suministró el caldo en el que calentar la púa, y ella, encantada, se dejó llevar, recorriendo varios kilómetros de mástil para desesperación de los que no comulgamos con aquello del bluesallnightlong. Pero ya se sabe cómo son estas cosas, así que mejor disfrutarlas como vienen, esperando ese momento de inspiración pura, de comunión, que convierta al solo en una experiencia mística. No llegaron muchos, y es que Deborah anda lejos de jugar en las primera ligas. Con todo, es seguro que una banda que te deja hecho todo sonrisas y con ganas de palique hasta las cinco de la mañana ha hecho bien su trabajo. Por eso les damos gracias, a ellos y a los responsables de La Cueva, porque a pesar de las dificultades, la escasez de apoyo y las inversiones a fondo perdido que suponen estos saraos (dar en conciertos, montar conciertos) siguen apostando por esa música en directo que tanto amamos y necesitamos.
La vuelta casa: cuarenta y cinco minutos a ciento treinta y algo por hora con Ronnie James Dio aullando clásicos imperecederos al frente de Black Sabbath. Por cosas así, ¿cómo vamos a dejar de ir a conciertos? Ni aunque se nos caigan los oídos a pedazos.
Diccionario lobuno: Big onion = cebollón.
¿Qué sonaba? Combustible Edison - I, Swinger (Sub Pop, 1994)
Break
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Ha llegado el momento de hacer una pausa y buscar una salida a la nociva
inercia en la que me encuentro sumido. Atrapado en el círculo vicioso de la
fal...
2 comentarios:
Me pido ya uno de esos diccionarios lobunos. No me importa si tengo que esperar hasta Reyes pero lo quiero aunque sea de bolsillo.
Ese gibs, siempre atento al rollin del blog. qué tal por los iukeis? ya nos contará!
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