Hombre Aguja Caballo

Pues no va de yonquis, no. Leyendo un histórico sobre Hungría me topo con la descripción de esta espeluznante forma de justicia popular, para descubrir a continuación que Goya ilustró un suceso similar acaecido en Zaragoza a mediados del XVIII.

La Tierra de los Magiares, eje entre oriente y occidente, sufrió durante la época medieval el acoso de varias naciones que aspiraban a la supremacía sobre su territorio. Su Némesis fue Turquía, y los conflictos con el país vecino constantes, tanto que muchos húngaros dedicaron gran parte de su vida a erradicar esta amenaza de su territorio.

Uno de los bienes más apreciados por los turcos eran los esclavos, especialmente los niños, hecho que propició el nacimiento de una red de trata de humanos a la que contribuían algunos campesinos con pocos escrúpulos, normalmente acuciados por la necesidad de las sangrías que los conflictos constantes provocaban. Cuando un húngaro era descubierto vendiendo niños, sus compatriotas sacrificaban un caballo al que evisceraban; una vez vaciado el vientre equino, se introducía en él al delincuente, de forma que sólo la cabeza del criminal sobresaliera por debajo de la cola del caballo, y se cosía el vientre del animal. Así eran abandonadas ambas bestias, para que la naturaleza y la putrefacción los convirtieran en uno.

El alguacil de Goya corrió mucha mejor suerte, pues el texto del cuadro hace suponer que el castigo terminó durante el día siguiente a su inicio. Afortunado él.

¿Qué sonaba? Fântomas ~ Suspended Animation (Ipecac, 2005)
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1 comentario:

Mónica Ezquerra Gutiérrez dijo...

Qué hermoso! Bestia y caballo en uno... una buena práctica para el Sr. Sade.