Karate a Muerte en Chipiona (II)

Amanecemos y arrancamos con un ambiente gélido. De -6º a -10º en 45 minutos. Adios frío norte, hola húmedo sur. Kilómetros y kilómetros, cielo gris en Punta Candor. Corvina, Arranque y Cazón. Un oasis antes de que comience la guerra. En el Dojo, sonrisas, reencuentros... y directos a entrenar. Anochecer y Qi-Gong. El inicio de dos jornadas de inmersión en Kata Sanchin, Goju Ryu, Kobudo, Seidokan. Primeros contactos con la nueva familia. Jóvenes. Dispuestos. Auténticos. Desayuno y camaradería. Lluvia. El agua empapa los karateguis, el agua no se detiene. Nosotros tampoco. Cuerpo frío, corazón caliente, mente ausente. ¿Alguien quiere bañarse? Parece que no, pero el Sensei lo ve claro: todos al agua. Sigue lloviendo. Continuará.

El agua se salta el almuerzo, la noche nos alcanza en la arena, en plena tormenta, juntando el cielo y la tierra. El viento no puede asustarme, yo soy el viento. El rayo no puede alcanzarme, yo soy el rayo. La lluvia no puede mojarme, yo soy la lluvia. Entran en mi, me atraviesan. Son mis padres, mis hermanos, mis hacedores. El maestro nos regala su sabiduría, nos enseña a bailar la danza de la muerte, a seguir el camino que ha de llevarnos hacia el gran final. Conscientes. Constantes. Sin bajar la mirada. Sanchin. Las tres batallas. Cuerpo. Mente. Espíritu. Camisa de hierro. No detendrá el golpe (nada lo hará), pero quizás sí esté preparado cuando llegue. Quizás... Y despues, ser la tierra, la tormenta, el mar. Disolverme en el universo. Ser uno. Con mis hermanas y hermanos.

Hasta la vista. Adios húmedo sur, hola húmedo norte. Los campos, anegados; la promesa de un martes frío se torna agua. Sonrisas. Charla. Risas. Un duende de energía inagotable me acompaña. Sigue su camino hacia un valle fecundo. Me bendice. Ya es mi hermana. En casa, me reciben amigos desconocidos. Hablan de calma y de un manantial eterno, de experimentar y materializar el interior, de una serpiente inmortal que surje de la tierra y se eleva por la espina dorsal. Imagina. Eleva. Libre. Sin miedo. Hasta el infinito.

Hay que morir para renacer.

¿Qué sonaba? Kodo ~ Heartbeat Drummers Of Japan (Sheffield Lab, 1985)
Puedes escuchar este disco en SPOTIFY

3 comentarios:

Unknown dijo...

Fantásticos Guerreros de la Luz*

Dimitri dijo...

Me encanta y me da envidia. Un saludo desde Munich

Mónica Ezquerra Gutiérrez dijo...

Que se eleve por nuestra espina dorsal, que nos haga más mágicos y candorosos, que nos enriquezca y la alimentemos, que nos haga morir y renacer..aunque tenga que ser eternamente.
Que pequeña envídia amigos guerrer@s