Sagitario A*: el agujero en el centro

En una reciente conferencia del astrofísico Rafael Rebolo tuve un par de revelaciones extraordinarias. Primero: el papel fundamental de los neutrinos, esas extrañas y esquivas partículas de masa irrisoria, en el devenir de la vida en nuestro universo. Piensa en el óvulo como una estrella que ha transformado casi todo su combustible en hierro, los neutrinos son entonces una suerte de esperma cósmico que fecunda su núcleo y permite la formación de los elementos de la tabla periódica situados por detrás del hierro, incluido el carbono. Si aún recuerdas algo sobre química, entenderás las implicaciones de esta conclusión.

Segundo: nuestra presencia en el
universo es un milagro, o mejor dicho, estamos aquí de puto milagro. Si aún no lo tenía suficientemente claro, varias simulaciones digitales de procesos de formación de estrellas y galaxias, millones de años resumidos en apenas unos segundos, dan una idea del azaroso del proceso que origina una estructura como nuestro sistema solar. Restallantes nubes de gas friccionando, y enroscándose unas sobre otras hasta formar un volumen lo suficientemente condensado como para que colapsen, se inflamen y comience la combustión de Helio. Más que a los dados, dios parece jugar a las canicas.

La tercera, y más reveladora: en el centro de la Vía Láctea existe una agujero negro supermasivo llamado Sagitario A*.
Se calcula que la masa de este objeto es cuatro millones de veces superior a la del Sol, y que su tamaño es algo menor a tres veces el de nuestro sistema solar, esto es, muchísima masa en un espacio tan reducido (a escala cósmica) que genera una fuerza gravitacional inimaginable, tanto que ni la luz es capaz de escapar de su atracción. Es decir, si nuestro sistema solar es una tranquila zona suburbial controlada por el bonachón agente Sol, el casco viejo de nuestra ciudad (la Vía Láctea) es un barrio peligroso en el que las fuerzas de la luz bailan al son que toca un mafioso de poder inconcebible. Para ilustrar, nada mejor que un ejemplo: aquí está la secuencia orbital de la estrella S2 alrededor de Sgr A* trazada con imágenes obtenidas entre 1992 y 2006 por el observatorio de rayos X Chandra, así como una simulación de la órbita de esta y otras estrellas cercanas alrededor del agujero supermasivo. No parece muy impresionante, pero si analizamos las imágenes la cosa da escalofríos: S2, una estrella tres veces mayor que nuestro Sol, se mueve como un títere alrededor de un objeto que somos incapaces de ver pero cuya presencia se deduce de la enorme y perfecta trayectoria elipsoidal de S2.

Los resultados son, según el jefe del proyecto Reinhard Genzel, del Instituto Max Planck, la mayor prueba empírica de que los agujeros negros supermasivos existen, y refrendan la teoría de que en el centro de todas las galaxias elípticas y en espiral existen agujeros negros supermasivos que actúan como elementos cohesionadores, dinamizadores e incluso creadores de las mismas. El colapso de materia en el centro de las primigenias nubes de gas en forma de agujero negro causaría la condensación del gas, produciendo fortísimos cambios de presión y temperatura que causarían el nacimiento de estrellas y las galaxias.

Gracias, Dr. Rebolo. Sólo espero que ninguno de los asistentes abandonara la sala en la convicción de que el trabajo de los astrofísicos consiste en ese prosáico "analizar nubes de puntitos".

¿Qué sonaba? Edgar Winter - Edgar Winter's White Trash (Epic, 1971)

3 comentarios:

Mónica Ezquerra Gutiérrez dijo...

Uhm! Dios jugando a las canicas...y conmigo!
Ahora comprendo esa extraña sensación de ir rodando por todas partes.

Qué pequeñita me hago, me diluyo en el espacio!!!!!!!!!!!!!

Lobo Eléctrico dijo...

No te diluyas, recuerda que somos esencialmente vacío, así que estamos casi diluidos ya.

kimono dijo...

buenorrrrrrrr entonces me dil(h)uyo!