Guadiana

Va y viene, y se entretiene por el camino. Tanto que, a veces, desaparece; tanto que, a veces, ni ella misma sabe dónde está. Ni cuándo volverá. En el aire, siempre en el aire, a ocho millas del  suelo. Como un pájaro.
 
Una vez creí que su plumaje dorado sería mi abrigo y mi sombra. Que una sonrisa tornaría tangible lo etéreo. Pero se fue: con un aleteo, dejando tras de sí un húmedo estallido de luz. Tan brillante que, a veces, vuelve.  Y parece seguir a mi lado, aún cuando sus alas están ya muy lejos de mis sábanas.
 
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