
Fue gracias a un viejo amigo, Mr. Gibson, y hace mucho, mucho tiempo, más o menos cuando andaba por la facultad, que comencé a saber de tus andanzas. Por entonces no te asocié con mi familia, pues estaba más inclinado hacia las vísceras y los aullidos descontrolados que hacia los hacedores de canciones y las esencias pantanosas... cosas de la edad, ya se sabe. Con el tiempo, igual que el limo primordial va tragando poco a poco todo lo que encuentra a su paso, así se fueron tragando mi cabeza tus canciones. Y llegó un día en el que dije, ¡a tomar por el culo los aullidos! Y aunque seguí siendo lobo, decidí que prefería morder a aullar, el agua clara al calimocho; y me sumergí en tus historias de ríos verdes, de chicos pobres y garajes, de péndulos y carnavales... bastante buen legado para tratarse de tres años de trabajo.
Desde entonces... no mentiré, yayo: no te había seguido la pista. Últimamente me tenían sorbido el seso los rayos láser y el código binario, pero gracias al detallazo de otro hermano y también nieto tuyo, Frank Gasolina, conseguí billete a tu encuentro. Hacia el calor, los laberintos y un río marrón, no verde.
Puede que ese fuera el único detalle fuera de orden. Por lo demás, te vi bien, yayo. Muy en forma, ya me explicarás cómo lo haces. Y muy cerca de tus hijos e hijas, nietos y nietas, próximo al calor de la gente como próximas son tus historias, tus melodías. Creo que por eso nos llegan: por que son de la gente, para la gente. Por ahí leí que escribiste una canción para todo el mundo, y no creo que fuera exagerada la afirmación. Dos horas escuchando tus historias, hubiéramos estado toda la noche. Incluso las más recientes sonaban como los cuentos con los que nos llevaste a dormir tantas veces. Lástima que las de amor sigan sin salirte. Yo te animo a insistir, pero no sé si será esa tu naturaleza, la verdad. Mejor cuando nos hablas de la conmoción del rock & roll o de cómo te quedaste atascado en Lodi aquella vez, de que a veces hay lunas que traen malos presagios y de cómo se siente alguien que nació en el Bayou... y sí, creo que todos deseamos que fuera cierto, que el sueño se hiciera realidad. Se agradecieron los buenos escribanos que ayudaron a embellecer tu caligrafía, la colección de guitarrones con las que subrayabas los pasajes importantes y el postre a base de melocotón.
Yayo, vuelve pronto y nos cuentas más historias, nos reuniremos en torno a la luz de la llama y te escucharemos embelesados, saltando, bailando, aullando a la oscuridad, convirtiéndonos en aleteantes, brillantes criaturas de la noche, sobrevolando el espacio que separa lo terrenal de lo infinito.
Gracias por hacer fácil lo difícil.
¿Qué sonaba? Basic Channel - BCD2 (Basic Channel, 2008)
2 comentarios:
El día que bebí agua del pantano me convertí en un hijo afortunado. Y que dure.
Gracias a ambos dos por un finde para recordar... y a Mrs. Gibson, por supuesto.
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