Cacerías en Córdoba

El lobo, ser de espíritu errante e inquieto por naturaleza, detectó en una de sus correrías aromas del bayou en las normalmente secas llanuras andaluzas. Atraído por tan raras fragancias, accedió una vez más a vestirse de hombre para, disfrazado bajo la apariencia de un inofensivo bípedo lampiño, penetrar en uno de esos remolinos de caos circulatorio, luz eléctrica y vegetación asfixiada a los que los humanos llaman ciudades. Cruzando un río color lodo, entró en la ciudad de Córdoba.

Edificada sin orden aparte, la parte antigua de Córdoba es una red de callejones, pasillos y pasajes en la que ni con todo el poder de sus lupinos instintos fue capaz de orientarse durante las primeras horas. Tras localizar la lobera, un corto paseo en busca de la cena acabó conviertiéndose en un ir y venir que le acercaba a mezquitas, facultades, escuelas de artes y oficios y danza, calles sin salida, terracitas chill-out y diversas plazas, y que no concluyó hasta las 3:30 de la madrugada, con las patas y el orgullo un tanto machacados.


Las exploraciones del día siguiente revelaron una cara más amable y luminosa de la ciudad, rica en contrastes y rincones a conservar en la memoria. También despertaron los recuerdos de la noche previa, construyendo una mapa mental que pronto le ayudaría a probar junto a varios miembros de manadas vecinas deliciosas recetas locales (Salmorejos, Fritadas de Pescado, Flamenquines y Alhambras congeladas), visitar sinagogas, alcázares, y palacios, sentir el aroma de los naranjos los y tés al limón... y sufrir el CALOR, esa densa capa aire hirviente que convierte a la ciudad en un horno de crematorio y al patio en un oasis urbano.

¿Un sitio? La plaza de La Corredera y sus benditas terrazas. ¿Un detalle? La multitud de fuentes, brocales y pilas sin las que no hubiera sobrevivido. ¿Un consejo? Vayan en primavera o llévense el parasol.

Por cierto: con la noche llegó el emisario del bayou, y con él el delirio de miles de criaturas eléctricas... pero eso ya es otra historia.

8 comentarios:

luisón dijo...

Bueno majo, por fin te has arrancado con el blog. Ahora a darle cañita al lobiño y a contarnos sus cosillas.

saludossss

Juan dijo...

Larga vida al blog, Jorgelas!

Anónimo dijo...

rugiente manada valenciana saluda nuevo hallazgo stop te veré el 15 de agosto stop inquietante menú para un canis lupus, redios stop abrazo fuerte, bonico!

Lobo Eléctrico dijo...

Un abrazo fuertote, familia, se agradecen los cariños.

Y al anónimo valenciano... intrigado me deja la identidad del escribano, ¿se desvelrará el misterio a mediados de Agosto?

Mr. Gibson dijo...

Yo ví al lobo durante aquellos días. Estaba tan adaptado al paisaje que casi parecía uno de allí. Tuvo suerte de sobrevivir al calor sin tener que poner en práctica las técnicas del único superviviente, aunque en algún momento de delirio asfixiante llegó a planteárselas.

Mrs.G dijo...

Doy Fe de la capacidad de adaptación del lobo a un nuevo ecosistema. De cómo guiándose por su instinto de supervivencia encontró un oasis
(llámese tetería) donde saciar la sed de su sedienta manada así como la cerveza Alhambra más fresquita del lugar.
Por la noche en el Maestre se oía un aullido, no sé si había luna llena...

Mondongo dijo...

Eeeepa!
No sabía yo de este nuevo oasis en el desierto.
Saludos al lobo-macho-dominante y al resto de la manada!! :))

Sr. Mondongo

Lobo Eléctrico dijo...

Ole la manada... ¡cada día somos más! Aúllo de placerrrrrrr... auuu auuuu aaaaaaaauuuuuuuuuuuuuuuuuu