
¿La misión? Lograr que un huevo/cría sobreviva a la ley del antártico, ese desierto blanco en el que un hombre abandonado a su suerte duraría apenas segundos. Son muchos los pingüinos que por inexperiencia, impaciencia o inoperancia sucumben a los rigores de su hábitat, los que se pierden en las migraciones desapareciendo en el gran blanco; los que ven a sus huevos y crías congelarse tras permanecer sobre el hielo unos instantes; los que son incapaces de resistir los envites de un clima diseñado para garantizar la supervivencia del más apto, la crudeza de un invierno/infierno sin luz diurna en el que deben permanecer casi inmóviles durante meses, sin ingerir bocado alguno, regurgitando para alimentar a sus crías, dándoles calor y protección aun a costa de la propia vida. La indescriptible capacidad de sacrificio y resistencia de estas criaturas despierta admiración, ternura y respeto, y cambiará tu concepto sobre "esos bichos tan graciosos" llamados pingüinos.
La versión original contó con Morgan Freeman como narrador; en el doblaje al castellano son Maribel Verdú y José Coronado los padres que relatan su historia de amor, abnegación y esperanza aportando una gran cercanía, en la que el único "pero" es el carácter humanizado y sentimental que se le da al pingüino durante algunas de las escenas más intensas de la película. Apreciaciones personales aparte, el montaje, fotografía y guión son impecables, convirtiendo La Marcha del Emperador en una anomalía documental por su calado, impacto y belleza. Una hermosa carta de amor a los animales y la naturaleza.
¿Qué sonaba? John Campbell ~ One Believer (Elektra, 1991)
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