Impecable documento histórico de Walter Ruttmann, considerado uno de los paradigmas del nacimiento del cine documental. La época era crítica: el periodo de entreguerras, durante el que Berlin renació aún más bella, una suerte de celebración de la metrópoli. Su bullicio, su ritmo incansable fascinan la imaginación de Ruttmann, quien decide abordar en su segundo trabajo como director la difícil tarea de narrar un día cualquiera en la capital de Alemania.
El despertar de la ciudad; el pan y la leche. Las fábricas, la clase trabajadora que se dirige a ocupar su puesto en esta urbe industrializada. Las casas, la burguesía, el comercio y el ocio. El centro económico. El U-Bahn y el S-Bahn. Los animales, que aún desempeñan un rol importante en la vida y la actividad económica como unidades productivas. La locura burocrática y administrativa. La ciudad en expansión se mutila y cura a si misma. Charlatanes y mercaderes como en el templo de Jerusalen; buscavidas y disputas callejeras. Publicidad y consumo. Damas de fascinantes sombreros. Desconocidos que se miran, se desean y se siguen. Una boda. Y el constante ir y venir de miles de personas, comparadas con un rebaño, todas (o casi) muertas ya. Un pedazo de historia, un catafalco. Hombres anuncio, cabezudos y mendigos. Las máquinas que se detienen; los obreros, piezas de un engranaje descomunal, reponen fuerzas con el almuerzo. Animales de dos y cuatro patas. ¿Quién les da de comer? Cocineros que dicen hacer lo que conocen. El retorno a la jornada, las luces encendiéndose, las masas retirándose a sus casa. El ocio, las variedades, el baile y los bailarines. La noche y las calles atestadas, el vértigo aún en las horas más oscuras: la rueda eterna de la actividad, la bengala del trasiego urbanita. ¿Poseemos luz? ¿Existe un guía? ¿O hemos sido deslumbrados por el brillo de lo material, lo superfluo, atrapados por su mezquino resplandor?
Tarea ardua la emprendida por Ruttmann, que salvó con nota. La película, en blanco y negro y muda, funciona mediante un montaje basado en contraste y analogía que articula un lenguaje visual dinámico, muy expresivo, cargado de simbolismo y significado. No es una colección de imágenes: es una reflexión sobre la ciudad/sociedad de su época, sus avances y sus limitaciones; también un experimento en el que se buscan y fuerzan los límites de la realización cinematográfica, y una carta de amor al movimiento, una de las constantes del film: todo posee movilidad, hasta los edificios, de forma que cualquier objeto de filmación parece volátil, vertiginoso, inaprensible. Tan rápido que la fuerza de unas imágenes que tienen voz propia relegan la banda sonora a un segundo plano. La pantalla habla. Pocas interacciones humanas protagonistas, pocos diálogos; abundan el trasiego, la faena, lo vertiginoso. Las cosas del mundo moderno, sin duda.
Una curiosidad: Ruttmann tocó techo con esta producción y concluyó su carrera realizando films de propaganda para el III Reich junto a Leni Riefenstahl.
¿Qué sonaba? The Field - Yesterday & Today (Kompakt, 2009)
El despertar de la ciudad; el pan y la leche. Las fábricas, la clase trabajadora que se dirige a ocupar su puesto en esta urbe industrializada. Las casas, la burguesía, el comercio y el ocio. El centro económico. El U-Bahn y el S-Bahn. Los animales, que aún desempeñan un rol importante en la vida y la actividad económica como unidades productivas. La locura burocrática y administrativa. La ciudad en expansión se mutila y cura a si misma. Charlatanes y mercaderes como en el templo de Jerusalen; buscavidas y disputas callejeras. Publicidad y consumo. Damas de fascinantes sombreros. Desconocidos que se miran, se desean y se siguen. Una boda. Y el constante ir y venir de miles de personas, comparadas con un rebaño, todas (o casi) muertas ya. Un pedazo de historia, un catafalco. Hombres anuncio, cabezudos y mendigos. Las máquinas que se detienen; los obreros, piezas de un engranaje descomunal, reponen fuerzas con el almuerzo. Animales de dos y cuatro patas. ¿Quién les da de comer? Cocineros que dicen hacer lo que conocen. El retorno a la jornada, las luces encendiéndose, las masas retirándose a sus casa. El ocio, las variedades, el baile y los bailarines. La noche y las calles atestadas, el vértigo aún en las horas más oscuras: la rueda eterna de la actividad, la bengala del trasiego urbanita. ¿Poseemos luz? ¿Existe un guía? ¿O hemos sido deslumbrados por el brillo de lo material, lo superfluo, atrapados por su mezquino resplandor?
Tarea ardua la emprendida por Ruttmann, que salvó con nota. La película, en blanco y negro y muda, funciona mediante un montaje basado en contraste y analogía que articula un lenguaje visual dinámico, muy expresivo, cargado de simbolismo y significado. No es una colección de imágenes: es una reflexión sobre la ciudad/sociedad de su época, sus avances y sus limitaciones; también un experimento en el que se buscan y fuerzan los límites de la realización cinematográfica, y una carta de amor al movimiento, una de las constantes del film: todo posee movilidad, hasta los edificios, de forma que cualquier objeto de filmación parece volátil, vertiginoso, inaprensible. Tan rápido que la fuerza de unas imágenes que tienen voz propia relegan la banda sonora a un segundo plano. La pantalla habla. Pocas interacciones humanas protagonistas, pocos diálogos; abundan el trasiego, la faena, lo vertiginoso. Las cosas del mundo moderno, sin duda.
Una curiosidad: Ruttmann tocó techo con esta producción y concluyó su carrera realizando films de propaganda para el III Reich junto a Leni Riefenstahl.
¿Qué sonaba? The Field - Yesterday & Today (Kompakt, 2009)
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