Rápido, rápido, el ritmo de vida actual permite pocos paréntesis. No es necesario vivir en una gran capital de millones de habitantes para padecer el vértigo, esa sensación de estar a mil cosas y no llegar a ninguna. Hace algunos meses, hasta las narices de tanto correr, decidí tomarme las cosas con calma desde primera hora de la mañana. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que con una desayuno pausado, variado y sano, a ser posible?
Os cuento. He pasado bastantes años levantándome con el tiempo justo, haciendo mis abluciones matutinas mientras giraba el plato del microondas y tomando un miserable café con leche mientras me vestía para salir a todo correr con el reloj pegado al cogote. ¿Resultado? Operativo no antes de las once, malhumorado, legañoso, rindiendo poco... en resumen: un día de mierda. Pero es difícil salir de la rutina, así que seguí por ese camino hasta que, durante unas vacaciones exigentes en el apartado físico, comprendí la importancia de un buen desayuno. Placentero, entiéndase. No se trata en mi caso de comerse un buey, sino de comenzar con calma, amanecer un poco antes para poder incorporarse al mundo pausadamente, de manera agradable, con tiempo para ese fantástico ritual que es el desayuno, un placer culinario a reivindicar. Las naranjas para el zumo; café y te; fruta, tostadas, queso y mermeladas; bollos, tostadas y cereales; fiambres y huevos... disponerlo con calma y mimo, como lo hacemos cuando es para otros (qué curioso, ¿no?) o durante los fines de semana. Sí, ya sé que es de perogrullo y que todos conocemos su importancia como un ingrediente fundamental en la receta para una vida mejor, pero con el tiempo aprendes que existe una gran diferencia entre saber y conocer. Sólo diré lo siguiente: sacrifico horas de sueño por dedicarme tiempo en estado de vigilia, y afronto mis retos mañaneros sonrisa en mano. ¿Serán los kiwis o la ración diaria de Radio clásica?
Crecer es una experiencia peculiar llena de giros argumentales sorprendentes, palabra de un ex-adherido a las sábanas.
¿Qué sonaba? Nueva Vulcano - Principal Primera (BCore, 2004)
Os cuento. He pasado bastantes años levantándome con el tiempo justo, haciendo mis abluciones matutinas mientras giraba el plato del microondas y tomando un miserable café con leche mientras me vestía para salir a todo correr con el reloj pegado al cogote. ¿Resultado? Operativo no antes de las once, malhumorado, legañoso, rindiendo poco... en resumen: un día de mierda. Pero es difícil salir de la rutina, así que seguí por ese camino hasta que, durante unas vacaciones exigentes en el apartado físico, comprendí la importancia de un buen desayuno. Placentero, entiéndase. No se trata en mi caso de comerse un buey, sino de comenzar con calma, amanecer un poco antes para poder incorporarse al mundo pausadamente, de manera agradable, con tiempo para ese fantástico ritual que es el desayuno, un placer culinario a reivindicar. Las naranjas para el zumo; café y te; fruta, tostadas, queso y mermeladas; bollos, tostadas y cereales; fiambres y huevos... disponerlo con calma y mimo, como lo hacemos cuando es para otros (qué curioso, ¿no?) o durante los fines de semana. Sí, ya sé que es de perogrullo y que todos conocemos su importancia como un ingrediente fundamental en la receta para una vida mejor, pero con el tiempo aprendes que existe una gran diferencia entre saber y conocer. Sólo diré lo siguiente: sacrifico horas de sueño por dedicarme tiempo en estado de vigilia, y afronto mis retos mañaneros sonrisa en mano. ¿Serán los kiwis o la ración diaria de Radio clásica?
Crecer es una experiencia peculiar llena de giros argumentales sorprendentes, palabra de un ex-adherido a las sábanas.
¿Qué sonaba? Nueva Vulcano - Principal Primera (BCore, 2004)
7 comentarios:
a partir de ahora, todos las mañanas voy a echarle mano al gofio canario, que lo tengo en el botico y no le hago mucho caso.
A ver si me pongo un poco gorderas (sin llegar a estar como tu hermano noruego)
Yo me declaro sabanadicto (otra palabreja para el diccionario lobuno). Y lo peor es que no conozco ningún tratamiento de desintoxicación efectivo.
Estos desayunos sólo los veo algunos días de vacaciones y poco más. Una pena.
Gibs, madrugar merece la pena aunque no sea para el desayuno: para darle a las cuerdas, por ejemplo, o al negro sobre blanco, al yoga, al ordenata... y sobre todo, por no llegar al curro con las legañas colgando.
gofio, café con leche y plátano y te plantas en piedrahita a puro pedal :-)
Añoro el desayuno vacacional en Córdoba con el cafetito, zumo de naranja y esas tostas de aceite y tomate , sólo faltaba el jamón!
La mezcla desayuno- vacaciones-buena compañía es insuperable
Mrs. Gibson, cuando quieran repetimos. En vacaciones o cualquier día de estos :-) Qué curiosas las personas: quedamos para tomar un pincho pero no para desayunar. ¿Costumbre a instaurar?
Sr Lobo me gusta el camino que sigue de calma y tranquilité.
Sobre todo lo de ex adicto a las sábanas............
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