Los creadores de ficción han encontrado un santuario en la productora estadounidense HBO. Seguidas por millones de televidentes, sus trabajos son ya piedra de toque y fuente de inspiración para cualquier guionista que aspire a dar con la piedra filosofal de las series televisivas. Una de las más celebradas en cuanto a crítica y polémicas en cuanto a audiencia ha sido Carnivàle. Nacida de la pluma de un Daniel Knauf y ambientada en un circo ambulante durante la gran depresión estadounidense de 1929, propone una extraña historia de bizarra atmósfera a medio camino entre John Steinbeck y David Lynch.
El carnaval, refugio para inadaptados, seres extraños y freaks que vagabundean por un mundo necesitado de magia. Huyendo de convenciones, realismos utópicos e idealizaciones, se plantea la vida de la caravana como un duro día a día en el que también existen los tabúes, y en el que las relaciones personales son tan complejas como las morfologías de sus integrantes. Pues existe una línea argumental principal que permea la serie, la enconada lucha entre el bien y el mal, pero la grandeza de Carnivàle está en las subtramas protagonizadas por los miembros de la caravana, una compleja telaraña de emociones, secretos, encuentros y desencuentros en el que prima lo humano, lo falible, el tránsito constante por los límites de la frontera que separan oscuridad y luz, realidad y sueño. Viven, respiran, sienten, aman y odian. Y aunque la trama tenga a veces giros esperados, no es por ello menos cautivadora, manteniendo un grado de coherencia que se echa de menos en productos más hollywoodienses como los que entrega la factoría Fox
El carnaval, refugio para inadaptados, seres extraños y freaks que vagabundean por un mundo necesitado de magia. Huyendo de convenciones, realismos utópicos e idealizaciones, se plantea la vida de la caravana como un duro día a día en el que también existen los tabúes, y en el que las relaciones personales son tan complejas como las morfologías de sus integrantes. Pues existe una línea argumental principal que permea la serie, la enconada lucha entre el bien y el mal, pero la grandeza de Carnivàle está en las subtramas protagonizadas por los miembros de la caravana, una compleja telaraña de emociones, secretos, encuentros y desencuentros en el que prima lo humano, lo falible, el tránsito constante por los límites de la frontera que separan oscuridad y luz, realidad y sueño. Viven, respiran, sienten, aman y odian. Y aunque la trama tenga a veces giros esperados, no es por ello menos cautivadora, manteniendo un grado de coherencia que se echa de menos en productos más hollywoodienses como los que entrega la factoría Fox
Insomnio, resurrección, asesinato, prostitución, posesión, lesbianismo, estafa, alcoholismo, traición, incesto, infanticidio... dicen los entendidos que Carnivàle es lo mejor que ha salido de la factoría HBO, por encima de The Sopranos o The Wire. Sólo puedo darles la razón tras visionar una primera temporada de excelente ambientación, que repta bajo la piel con la subrepticia maledicencia de Twin Peaks hasta alcanzar un clímax antológico. Menos mal que las dos temporadas están disponibles en DVD, no podría aguantar un año esperando a enterarme qué ocurre cuando se enfríen los rescoldos.
¿Qué sonaba? Brian Wilson ~ Smile (Nonesuch, 2004)
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