Cuando los rigores del invierno comienzan a estrujar con fuerza, surge la oportunidad: puente de diciembre, tres días sumergidos en la disciplina del karate, el yoga y la convivencia en la localidad gaditana de Chipiona. Dieciocho intrépidos habitantes de la meseta migran hacia el Sur para establecer base en el dojo Sakura Yon, acogidos con hospitalidad por el "zenzei" Jose María y sus aguerridos karatekas.
El grupo de los rezagados, en el que me encuentro, llega pasadas las diez y media de la noche, y tras un merecido tentempié entramos al dojo, donde nos recibe con cariño la única viajera que no se ha abandonado al sueño. El resto del grupo descansa ya, en previsión de los rigores que nos esperan durante las jornadas venideras. Entre risas contenidas y nervios mal disimulados extiendo el saco y me preparo para un noche de escaso sueño, marcada por el sentimiento de anticipación. Apenas pego el ojo, y mucho antes de la hora prevista comienza el movimiento en un tatami aún a oscuras. Los guerreros preparan sus trajes, las sonrisas se dibujan en caras somnolientas, conocemos a los compañeros de Chipiona; tomamos un espartano vaso de agua de limón y miel caliente y nos dirigimos hacia la playa.
Desde aquí, instrucción pura y dura: calentamientos, carreras por la playa, katas, la vía de la sabiduría: repetir, repetir, repetir. Entrenar frente al mar en la oscuridad que precede al amanecer; terminar el día en la misma tesitura viendo caer el sol. Coraje y cortesía, disciplina, compañerismo, aprendizaje, entrega. Un ejército quizás contrahecho y aún inexperto, pero imbuido del espíritu de las artes marciales, el autoconocimiento, la praxis. El Sensei nos observa y trata de mostrar el camino que este burro se empeña en tomar. Quizás con el tiempo llegue yo a entrar en la senda, de momento hay más ímpetu que auténtico saber pero la filosofía fascina, la actitud de los compañeros empuja a superar el cansancio y el ahogo, el baño de mediodía borra la fatiga. Después, comer y más entrenamiento. Armas. Kobudo, Bo, Nunchakos. Meditación al anochecer. Madrugar de nuevo. Saludar al sol, correr, sufrir, sudar, tratar de aprender y sacar ese color tan morado de los pies. Risas y amor de los compañeros, humildad. Entrenar, entrenar y entrenar. También tomar cañitas, pescaíto frito, el característico ajo chipionero, olivas, mostos; charlar con los compañeros y los maestros, hermanarse, escuchar, aprender; construir un dojo, una casa en la que intentar alcanzar la sabiduría y la iluminación, en la que cicatrizar heridas, sanar, conseguir serenidad. Podría acostumbrarme a esto. Podría vivir así.
Una gran experiencia que no hubiera sido posible sin la hospitalidad del dojo Sakura Yon y su sensei José María, ni sin el compañerismo y cariño de todos los compañeros y amigos del dojo Sakura Take Kan y la sabiduría de nuestro Sensei, Boulahfa Mimoun. A todos ellos les envío desde aquí mi más profundo respeto, amor y agradecimiento por la experiencia vivida y las que han de venir.
¿Qué sonaba? Les Baxter - The Exotic Moods Of Les Baxter (Capitol, 1996)
El grupo de los rezagados, en el que me encuentro, llega pasadas las diez y media de la noche, y tras un merecido tentempié entramos al dojo, donde nos recibe con cariño la única viajera que no se ha abandonado al sueño. El resto del grupo descansa ya, en previsión de los rigores que nos esperan durante las jornadas venideras. Entre risas contenidas y nervios mal disimulados extiendo el saco y me preparo para un noche de escaso sueño, marcada por el sentimiento de anticipación. Apenas pego el ojo, y mucho antes de la hora prevista comienza el movimiento en un tatami aún a oscuras. Los guerreros preparan sus trajes, las sonrisas se dibujan en caras somnolientas, conocemos a los compañeros de Chipiona; tomamos un espartano vaso de agua de limón y miel caliente y nos dirigimos hacia la playa.
Desde aquí, instrucción pura y dura: calentamientos, carreras por la playa, katas, la vía de la sabiduría: repetir, repetir, repetir. Entrenar frente al mar en la oscuridad que precede al amanecer; terminar el día en la misma tesitura viendo caer el sol. Coraje y cortesía, disciplina, compañerismo, aprendizaje, entrega. Un ejército quizás contrahecho y aún inexperto, pero imbuido del espíritu de las artes marciales, el autoconocimiento, la praxis. El Sensei nos observa y trata de mostrar el camino que este burro se empeña en tomar. Quizás con el tiempo llegue yo a entrar en la senda, de momento hay más ímpetu que auténtico saber pero la filosofía fascina, la actitud de los compañeros empuja a superar el cansancio y el ahogo, el baño de mediodía borra la fatiga. Después, comer y más entrenamiento. Armas. Kobudo, Bo, Nunchakos. Meditación al anochecer. Madrugar de nuevo. Saludar al sol, correr, sufrir, sudar, tratar de aprender y sacar ese color tan morado de los pies. Risas y amor de los compañeros, humildad. Entrenar, entrenar y entrenar. También tomar cañitas, pescaíto frito, el característico ajo chipionero, olivas, mostos; charlar con los compañeros y los maestros, hermanarse, escuchar, aprender; construir un dojo, una casa en la que intentar alcanzar la sabiduría y la iluminación, en la que cicatrizar heridas, sanar, conseguir serenidad. Podría acostumbrarme a esto. Podría vivir así.
Una gran experiencia que no hubiera sido posible sin la hospitalidad del dojo Sakura Yon y su sensei José María, ni sin el compañerismo y cariño de todos los compañeros y amigos del dojo Sakura Take Kan y la sabiduría de nuestro Sensei, Boulahfa Mimoun. A todos ellos les envío desde aquí mi más profundo respeto, amor y agradecimiento por la experiencia vivida y las que han de venir.
¿Qué sonaba? Les Baxter - The Exotic Moods Of Les Baxter (Capitol, 1996)
7 comentarios:
Una experiencia muy bonita: aprendizaje a casco porro, muy buen compañerismo y ¡bañitos en el mar en diciembre! Qué más se puede pedir... (aunque alguno que otro volvimos medio escoñaos)
despues de congelarme los pies en chipiona y volver como nuevo me la mango con el aire acondicionado, ya me vale! eso sí, la experiencia valió su peso en oro
qué bueno es encontrar el camino de la felicidad!
Tengo ganas de volver a Dojo......aunque sea por un breve espacio. Enriquecedor!!
las puertas del dojo siempre están abiertas, ya lo sabéis... !cómo le hago promo al Sensei¡
Yo conozco a tres. Vaya pájaros.
Pequeño Padawan, estás en el camino de la virtud jajajaja
Ya sabes que yo estas cosas como que no, que estoy más oxidado que la bici de Bahamontes, pero me ha molado la historia y el viaje tiene pinta de haber estado guay.
A ver si nos vemos nen!
Salutti
mucho pájaro en chipiona... y también algunas aves :-)
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