Arena y cal... y arena. Pocas veces nos habíamos topado con esta tesitura en Béjar, y fíjate que este año salimos con un balance más bien escaso para un festival que en nuestro corazón era un referente. Del buen rollo, sí; de los bocatas a medianoche, también; de la buena música, por encima de todo. Y hete aquí que, tras un par de ediciones que me dejaron la ceja levemente arqueada, nos encontramos en 2010 con la sorpresiva sensación de que Béjar ha cumplido ciclo.
El Viernes abre Larry Garner con blues venéreo, pantanoso y políticamente incorrecto. A falta de una banda con más nervio el líder desgarró sus formas en aparente solipsismo, sin demasiadas florituras a la guitarra pero derrochando fuerza. Estaría como en casa en Fat Possum. El trancazo que me llevo desde hace varios días me obliga a retirarme en los últimos compases de su pase y, para mi asombro, cuando quiero he recuperado la verticalidad Canned Heat han tomado el escenario. Para mi asombro, digo, porque mis oídos no dan crédito a lo que escuchan, una suerte de peñazo progresivo ochentero infumable. A medida que avanza el pase remontan, sobre todo recurriendo a la munición pesada de su repertorio, pero la consumen tan rápido que el esfuerzo se traduce en mejores intenciones que resultados. La banda está encantada consigo misma y con el público, pero el rendimiento es bajo y la inspiración escasa, excepción hecha de un Larry Taylor que mantiene el pulso con huraña entereza. Entrañables, pero fuera de forma. Sabor agridulce que no conseguirá quitarnos la Climax Blues Band, flemático combo inglés, solvente aunque aséptico, que nos hace concluir la jornada meciéndonos suavemente mientras disfrutamos de los amigos y ese ambiente tan distendido y familiar que caracteriza al festival.
El Sábado pintaba mejor sobre el papel, al menos para la familia. Yo tengo mis dudas. Hay muchas ganas por ver a Robben Ford, pero su alianza con el melifluo Bill Evans ya pintaba mal antes de comenzar. Cansinos y sin brío, practicando un farragoso batiburrillo de estilos tradicionales que apuntaba a todo y no le acertaba a (casi) nada, aburrieron a las monas y dejaron a la parroquia dividida. Por experiencia, currículum y banda (la mejor base rítmica del festival con diferencia) deberían haber arrasados nuestras cabezas, no nuestras ilusiones. menos mal que andaban por allí unos Fabulous Thunderbirds destinados a coronarse vencedores de esta edición 2010. Obviando los debates sobre si son o no los Fabulous Thunderbirds con sólo un miembro original en la banda (en Canned Heat no quedan, y a estos se les cuestionó menos), la ululante armónica de Kim Wilson casi hizo olvidar la ausencia de Jimmy Vaughan. Pletórico al instrumento y la voz, la banda sólo tuvo que acoplarse al ritmo del líder para cuadrar un concierto redondo. Con este panorama Michael Hill lo tenía difícil para dejar huella, y aunque no provocó gran algarabía con su abierto sonido neoyorquino, el buen rollo que supuraba y la propulsión que le procuraban unos Blues Mob engrasadísimos conectaron muy bien con los allí presentes, haciendo un cierre ameno y correcto. Eso, y que tirar de Hendrix es acertar sí o sí.
Resumiendo: resultado mediocre para un festival que hasta hace dos años había hecho de la calidad su bandera. ¿Será que me hago mayor? Más bien me parece que los programadores deben estrujarse las meninges, apostar por sangre nueva (que no hay mucha, en eso ya estamos) y trabajar más con artistas nacionales, que los hay muchos, muy buenos y de peso. Y si hay que salirse de los confines del Blues dudo se les pongan pegas, máxime cuando en las dos últimas ediciones han dejado ver un ramalazo Funk interesante aunque revenido. A refrescar las ideas para el año que viene, por favor. Si es así, allí estaremos.
Las fotos son gentileza del extraordinario Mr. Gibson.
El Viernes abre Larry Garner con blues venéreo, pantanoso y políticamente incorrecto. A falta de una banda con más nervio el líder desgarró sus formas en aparente solipsismo, sin demasiadas florituras a la guitarra pero derrochando fuerza. Estaría como en casa en Fat Possum. El trancazo que me llevo desde hace varios días me obliga a retirarme en los últimos compases de su pase y, para mi asombro, cuando quiero he recuperado la verticalidad Canned Heat han tomado el escenario. Para mi asombro, digo, porque mis oídos no dan crédito a lo que escuchan, una suerte de peñazo progresivo ochentero infumable. A medida que avanza el pase remontan, sobre todo recurriendo a la munición pesada de su repertorio, pero la consumen tan rápido que el esfuerzo se traduce en mejores intenciones que resultados. La banda está encantada consigo misma y con el público, pero el rendimiento es bajo y la inspiración escasa, excepción hecha de un Larry Taylor que mantiene el pulso con huraña entereza. Entrañables, pero fuera de forma. Sabor agridulce que no conseguirá quitarnos la Climax Blues Band, flemático combo inglés, solvente aunque aséptico, que nos hace concluir la jornada meciéndonos suavemente mientras disfrutamos de los amigos y ese ambiente tan distendido y familiar que caracteriza al festival.
El Sábado pintaba mejor sobre el papel, al menos para la familia. Yo tengo mis dudas. Hay muchas ganas por ver a Robben Ford, pero su alianza con el melifluo Bill Evans ya pintaba mal antes de comenzar. Cansinos y sin brío, practicando un farragoso batiburrillo de estilos tradicionales que apuntaba a todo y no le acertaba a (casi) nada, aburrieron a las monas y dejaron a la parroquia dividida. Por experiencia, currículum y banda (la mejor base rítmica del festival con diferencia) deberían haber arrasados nuestras cabezas, no nuestras ilusiones. menos mal que andaban por allí unos Fabulous Thunderbirds destinados a coronarse vencedores de esta edición 2010. Obviando los debates sobre si son o no los Fabulous Thunderbirds con sólo un miembro original en la banda (en Canned Heat no quedan, y a estos se les cuestionó menos), la ululante armónica de Kim Wilson casi hizo olvidar la ausencia de Jimmy Vaughan. Pletórico al instrumento y la voz, la banda sólo tuvo que acoplarse al ritmo del líder para cuadrar un concierto redondo. Con este panorama Michael Hill lo tenía difícil para dejar huella, y aunque no provocó gran algarabía con su abierto sonido neoyorquino, el buen rollo que supuraba y la propulsión que le procuraban unos Blues Mob engrasadísimos conectaron muy bien con los allí presentes, haciendo un cierre ameno y correcto. Eso, y que tirar de Hendrix es acertar sí o sí.
Resumiendo: resultado mediocre para un festival que hasta hace dos años había hecho de la calidad su bandera. ¿Será que me hago mayor? Más bien me parece que los programadores deben estrujarse las meninges, apostar por sangre nueva (que no hay mucha, en eso ya estamos) y trabajar más con artistas nacionales, que los hay muchos, muy buenos y de peso. Y si hay que salirse de los confines del Blues dudo se les pongan pegas, máxime cuando en las dos últimas ediciones han dejado ver un ramalazo Funk interesante aunque revenido. A refrescar las ideas para el año que viene, por favor. Si es así, allí estaremos.
Las fotos son gentileza del extraordinario Mr. Gibson.
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3 comentarios:
Coincido punto por punto con tus opiniones, algo bastante curioso dado que tampoco hablamos demasiado tras los conciertos.
Todavía sigo consternado por los aplausos tras los solos de todo tipo con que nos torturaron, definitivamente la peña ha perdido todo criterio... :))
Vaya tela...
Mondongo
Sí que es verdad que antes acudiamos con los ojos vendados al festival y no nos decepcionaba, pero desde el año pasado las cosas han cambiado para mal. Cagondiela
a no amurriarse y esperemos que el proiximo nos traiga de nuevo esas noches bejaranas excelsas.
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